Sr. Director:
El Gobierno dijo haberse sorprendido por los mensajes de Benedicto XVI sobre la tensión entre laicismo y fe que se vive en España y la comparación que hizo entre la situación actual y la de los años treinta.

 

Lo que sorprende es que sea este Gobierno el que se sorprenda por las palabras del Papa, cuando su presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, dedicó al Santo Padre el mínimo tiempo imprescindible en este viaje, pero sin embargo le faltó tiempo para ir a rezar con Barack Obama o a celebrar el final del Ramadán con el Gobierno turco. La hostilidad laicista y la obsesión contra la Iglesia Católica están presentes como señas de identidad de la política del Gobierno socialista, que siempre ha hecho ostentación de estos prejuicios para legitimar su sedicente agenda social, en la que se incluyen el matrimonio homosexual, el aborto libre, la educación para la ciudadanía y la expulsión del hecho religioso en los ámbitos públicos.

Ahí está el proyecto de ley de libertad religiosa, con el que el Gobierno juega al escondite caprichosamente y con irresponsabilidad, o el proyecto sobre muerte digna que piensa presentar antes de acabar la legislatura. El Papa ha retratado fielmente la situación de enfrentamiento que Zapatero ha buscado con el catolicismo como un apartado más de esa estrategia de tensión que, según confesión propia, le viene bien.

Nada hay en las palabras de Benedicto XVI que no se ajuste a la realidad política que ha configurado escrupulosamente el Gobierno socialista, especialmente activo en responder a las críticas de la Iglesia hacia determinadas leyes con amenazas a su financiación o con imposiciones de silencio.

José Morales Martín