Comenzó siendo presidente por accidente, como certifica Luis María Anson y ha terminado como presidente presuntamente saliente. En cualquier caso, en una semana marcada por el Debate sobre el Estado de la Nación, Rodríguez Zapatero ha encarecido su estilo político, lleno de respeto hacia el adversario.

La tolerancia consiste en no arrearle un guantazo a quien no piensa como tú, respeto consiste en la humildad de saber reconocer la parte de verdad que hay en el adversario. ¿Han oído ustedes alguna vez a ZP reconocer un error y/o rectificar ante las críticas? Yo jamás. Eso sí, buenos modales todos los que quieran. A renglón seguido, ZP asegura que el diálogo de paz entre el Gobierno y ETA fue un gran acierto y que ha contribuido al final del terrorismo. ¡Jo! Y, naturalmente, el primer culpable de la crisis asegura que debe quedarse para hacer las reformas que nos sacarán de la crisis. ¡Jo!

La palabra clave en esto del respeto es humildad. En efecto, sin humildad no hay respeto que valga, por eso el irrespetuoso se refugia en la cómoda tolerancia. ZP, además, es un escéptico y, como aseguraba Chesterton un escéptico "nunca cree que esté equivocado, porque el verdadero escéptico no cree que haya nada de error". Por eso, ante un país angustiado, una España postrada y desanimada, su prioridad política consiste en introducir, antes de que le echen, la eutanasia y la ideología de género, uno de los aportes más sectarios del momento ideológico.

Los escépticos tolerantes son poco humildicos y muy humildes. El mismo Chesterton ensayaba una definición de democracia que viene como de molde para definir al zapaterismo: "Si alguien desea saber en qué consiste la democracia política, la respuesta es sencilla: es un intento desesperado, y en parte sin esperanza, de llegar a la opinión de la mejor gente, es decir, de la gente que no confía en sí misma. Pero una oligarquía es, simplemente, un premio a la impudicia. La oligarquía estipula que el vencedor puede ser cualquier gente, con tal de que no sea humilde".

Eulogio López

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