Alcaldesa, yo soy de León y los de las montañas somos muy duros, dice El Mundo que le dijo el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, a la alcaldesa de Comillas, Teresa Noceda, fiel arquetipo de ese regionalismo cántabro que ideológicamente considera a Fraga una peligroso liberal de izquierdas pero que asegura sus cargos públicos mediante una alianza contra natura con el PSOE.

Pero volvamos a ZP, que se autocalifica de duro. Pero hombre, ZP, si te llamaban Bambi. Bambi de acero, corrigió don Alfonso en cuanto llegó al poder por la carambola siniestra del 11M, que sabe hasta dónde pueden meter el dedo en el ojo a los suyos: hasta donde le toquen el sueldo que implica el cargo.

Cualquier sensato aseguraría que Zapatero ha demostrado ser fuerte con el débil y débil con el fuerte. Por ejemplo, fuerte con el más indefenso e inocente, el niño no nacido, con quien no tiene piedad, y débil con el poderoso, con el presidente norteamericano: No hay que pensar en lo que Obama puede hacer por nosotros sino en lo que nosotros podemos hacer por Obama. O si prefieren otro ejemplo, menos llamativo pero más relevante, Zapatero ha sido débil con los mercados financieros, con la especulación salvaje, y cuando ha tenido que optar por el ajuste, ha sido fuerte con los pensionistas y con los del salario mínimo, pues ambos colectivos están sufriendo, o van a sufrir, su debilidad ante los grandes poderes europeos y trasatlánticos.

Más ejemplos: ZP es fuerte, grosero, con los periodistas que se atreven a cuestionarle si estará capacitado para presidir Europa el campeón del paro europeo, pero es débil con los grandes editores, los jefes de los periodistas, a quienes lo mismo regalaba canales de TV revendibles, que la publicidad de la tele pública, que la TDT de pago, etc. ZP, en resumen, es fuerte con ciudadanos y familias y débil con los oligopolios y con los plutócratas.

Esta aparente contradicción se explica con la teoría del crustáceo. Los de León, que, por cierto, tan sólo poseen montañas prestadas de mi Asturias, no son más duros, ni tienen por qué serlo, que los pueblos de la meseta. Por lo general, cuando se habla de dureza, lo que se está hablando es de inclemencia y crueldad. Pero, centrándonos en nuestro nunca bien loado presidente, lo que descubrimos es que no es duro, sino inclemente, su interior es cuasi gelatinoso, como el del langostino, sus principios mudables, y su coherencia perecedera. Eso sí, su exterior es coriáceo, agresivo y rígido.

Un tipo duro, pero sólo por fuera y con los débiles. Como los crustáceos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com