Ya lo había señalado hace meses el presidente catalán, Pasqual Maragall: Hablen Uds. también de dinero y así podremos hablar de otras cosas. El molt honorable reconocía enervarse con la pasividad madrileña para exigir compensaciones a su déficit fiscal. Y el discurso funcionó. Esperanza Aguirre lleva meses exigiendo mayores inversiones estatales para Madrid.

Y desde luego, la presidenta regional, Esperanza Aguirre, no está dispuesta a que Cataluña goce del compromiso de territorializar las inversiones estatales y Madrid no. Así que Zapatero ha optado por desactivar la crítica prometiendo para Madrid lo mismo que para Cataluña. El problema es que si el criterio de territorializar en función del peso de la contribución al PIB de las CCAA, se generaliza, algunas CCAA quedarán infradotadas. Y las infraestructuras no sólo son una herramienta de vertebración y cohesión interterritorial como recordaba un día sí y otro también Solbes- son también un elemento dinamizador de la actividad económica.

Pero eso es a medio plazo. Y Zapatero no está para términos tan largos. Así que ha optado por pinchar el asunto y prometer a Madrid el mismo criterio en las infraestructuras que a Cataluña. De esta manera, no sólo acalla la crítica de Madrid, sino que desactiva la crítica popular a la territorialización de las inversiones.

De alguna manera, el líder popular, Mariano Rajoy, se había adelantado a esta estrategia. En un reciente encuentro informativo señaló que los líderes autonómicos defienden sus intereses regionales. ¿Cómo no va a querer sumarse a ese acuerdo la Comunidad de Madrid?, planteaba entonces. El problema es la negociación bilateral, porque el líder autonómico siempre sacará algo; Baleares dirá que hay que ponderar la insularidad y Galicia dirá que hay que ponderar el envejecimiento y la dispersión poblacional; la solución pasa por un acuerdo de todos, en el entendido que quien debe de defender los intereses generales es el Estado. De esta manera, Rajoy trataba de ponerse la venda antes que la herida. Pero quizás no sea suficiente. ¿Con qué argumento defenderá ahora el PP que territorializar las inversiones en Cataluña está mal, pero en Madrid está bien?

Y más. Porque otro tanto se puede decir del acuerdo alcanzado en el último minuto en relación al estatuto valenciano. El PP ha acordado con el PSOE que el valenciano sea la lengua de referencia en Valencia. Es decir, la misma política lingüística que el PP critica del Estatut catalán. ¿Con qué fuerza van a criticar los populares los atropellos lingüísticos de la administración catalana cuando ellos mismos se han sumado a la misma estrategia con inexplicable entusiasmo?