Con una urgencia que no tuvo tras el fallecimiento de Juan Pablo II, el gobierno ha aprobado un decreto por el que declara un día de luto oficial por la muerte del rey Fahd de Arabia Saudí, la última monarquía "feudal" en el peor sentido del término. Para acompañar el luto, SM el rey ha lucido corbata negra en su tradicional encuentro veraniego con el presidente del gobierno. Ha muerto su "hermano". ¿O será la "tradicional amistad hispano-árabe"?

 

Y está bien rezar por los muertos. Máxime si se trata de hombres que han tenido una vida discutible. La monarquía de Arabia Saudí es una las monarquías más absolutas que existen en la actualidad. La riqueza del petróleo afecta a unos pocos cumpliéndose paradigmáticamente la ley del petróleo : ahí donde hay oro negro, hay pobreza. En Arabia hay más: hay miseria.

 

Una miseria compartida con el lujo y la ostentación, pelín hortera, por cierto. Y desde luego, escandalosa. Pero es que, además, la dictadura de Fahd se ha impuesto de manera intolerante y vergonzante en un fundamentalismo que a los españoles posteriores al 11-M debería de preocupar. Bin Laden fue el gran contratista del fallecido. Se enriqueció a sus pechos para obtener fondos suficientes para hacer la guerra santa.

 

Por si fuera poco, desde Arabia Saudí se han financiado mezquitas y centros islámicos en tierras españolas, "lugar de conquista", verdaderos focos de fundamentalismo islámico como recientemente ha informado la policía. La policía religiosa saudí es lo más parecido en nuestros tiempos a las SS alemana o a la policía marxista de Stalin. Torturas por poseer una Biblia y desde luego, lugares de culto prohibidos. La estupidez llega al límite que los aviones de Suisse Air deben aterrizar y partir de noche debido a la cruz de su logo. La cruz -al parecer- no debe de ver el sol. Tolerancia religiosa, lo llaman.

 

El "hermano" Fahd se permitía cerrar Marbella cuando venía a descansar a nuestra tierra, sin permitir que la policía española penetrase en la "milla de oro". Eso, para que quede claro que todos somos iguales. El petrodólar, ya saben, que opera milagros.

 

Pues bien, a este dictador déspota, despilfarrador, intolerante religioso, financiador oscuro del fundamentalismo islámico, es a quien Zapatero otorga a su muerte la misma dignidad que a ese "atleta de Dios" llamado Karol Woktyla. Curioso. Aunque bien mirado, el rey Fahd seguramente necesite más de nuestro duelo y oraciones que Juan Pablo II. Seguro que Zapatero estaba pensando en eso.

 

Luis Losada Pescador