Sr. Director:
Rodríguez Zapatero, en recientes declaraciones, ha querido apuntalar la idea expresada anteriormente por la vicepresidenta Salgado cuando afirmó que los obispos no saben cuál es su lugar.

 

En esta ocasión, el presidente ha dicho que le sorprende que una parte de la jerarquía pretenda tener un protagonismo en el debate público y un condicionamiento de la acción política, y ha afirmado que esto no sucede en ningún otro país.

La primera cuestión que expresa es gravísima, pues le preocupa que la jerarquía de la Iglesia pueda y quiera tener algo que decir en el debate público. Lo que verdaderamente no sucede en ningún país democrático es que el máximo mandatario cuestione el derecho de la Iglesia a expresar libremente sus opiniones.

A Rodríguez Zapatero le sorprende que los obispos puedan hablar sobre asuntos de interés público, pero no debe sorprenderle que él mismo, como hizo en su día, manifieste cual es su candidato favorito en las elecciones de la Conferencia Episcopal, o, como ha hecho en esta ocasión, les insinúe que estarían mejor callados y les diga, explícitamente, que también sería mejor si fueran más moderados.

Junto a todos estos dislates, Rodríguez Zapatero ha repetido, sutilmente, la mentira de que los obispos españoles se dedican a hacer política, dejando caer la amenaza velada de que se está haciendo una Ley de Libertad Religiosa para poner a la Iglesia Católica en su sitio.

Al menos, lo ha dicho tan claro que si a alguien le quedaba alguna duda, a partir de ahora ya no puede llamarse a engaño. Cada día más ciudadanos tenemos la sensación de que el Presidente que promueve la Alianza de civilizaciones; que no tiene inconveniente en relacionarse con radicales musulmanes; que asiste a desayunos de oración; está obsesionado con la Iglesia católica.

José Morales Martín