Es opinable si la política económica, o la territorial, o la social o la exterior, del Gobierno Zapatero marchan bien o mal (más bien se diría que no marchan en ninguna dirección), pero desde luego la política de imagen marcha a las mil maravillas. Al secretario de Estado de Comunicación, Miguel Barroso deberían darle el Nóbel.

El pasado martes consiguió el diez sobre diez, tras la manifestación de la asociación Víctimas le Terrorismo del pasado día 4. Cerca de un millón de personas se manifestó en Madrid y ni tan siquiera el cerco de las televisiones controladas por el Gobierno (toda las de alcance nacional, incluidas, cada vez más, A-3 TV) boicoteó la convocatoria. Sin embargo, fue un éxito. Zapatero se vio obligado a decir que respetaba la convocatoria y prometió recibirles.

¿Qué hizo Barroso para amortiguar el impacto? Muy sencillo : en primer lugar, Zapatero recibió a la AVT no con la escena del tresillo, utilizada cuando quiere imprimir familiaridad a un encuentro, sino en una mesa de negociación, con dos partes claramente enfrentadas: la AVT por un lado y su ministro del Interior, acompañado, cómo no, del comisario de las Víctimas, Gregorio Peces Barba, a quien la AVT desprecia por manipulador.

Pero no sólo eso. Faltaba el toque final de Barroso : Zapatero naturalmente, no cedió un ápice, pero no contento con ello recibió en Moncloa a otras cinco asociaciones de víctimas más. Toda ellas juntas no representan ni el 5% de la AVT, pero eso es lo de menos. La idea era dividir a la oposición. Y, nuevamente, lo ha conseguido. Y sin echar mano de Pilar Manjón.