Hasta ahora los debates como el de este miércoles habían servido al presidente del Gobierno para presentar por sorpresa alguna medida espectacular. Con los 400 euros, el cheque bebé o el Plan E, Zapatero logró eclipsar las críticas del líder de la oposición y salir airoso, con oxígeno para aguantar unos meses más hasta el siguiente debate.

El de este miércoles fue distinto. Nos encontramos con un Zapatero ahogado, cuestionado también dentro de su partido y sin una idea mejor que crear una comisión. Con el agua hasta el cuello, el Gobierno pide a Rajoy ahora sí- el pacto, el consenso para hundirse juntos. Por su parte, desde los escaños de la derecha, Rajoy ponía sobre la mesa las desastrosas cifras de la crisis para pedir al Gobierno que dé marcha atrás a sus presupuestos y acababa solicitando la retirada de la confianza al presidente. Naturalmente, Zapatero contestó que fuera Rajoy quien presentara su moción de censura.

Zapatero no va a presentar una cuestión de confianza, porque se arriesga a mostrar una mayoría escuálida, pero Rajoy tampoco se atreve a llevar adelante una moción de censura. El líder del PP necesitaría una mayoría absoluta que no puede reclutar; pero se suele recordar en estos casos la moción presentada por Felipe González para reforzarse como verdadera alternativa. No entra en los planes de Rajoy. El PP critica constantemente, y con acierto, que España es un autobús a toda velocidad en el que no se sabe dónde está el conductor. Sin embargo, el conductor sigue sin aparecer y el Parlamento no va a echar el freno de mano: unos porque van en primera clase y otros porque esperan a que el autobús se estrelle para poder tomar el mando. El problema es que entre el Gobierno esperando a que la carretera se haga recta y la oposición aplicando la estrategia carroñera dejen a España en siniestro total.

Rodrigo Martín

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