La crueldad que conlleva el  adulterio y la infidelidad son el eje de este duro drama de cine  independiente norteamericano. Una historia de desamor cuyo ritmo y desarrollo parecen más adecuados para el medio teatral que el cinematográfico.   

Tomando como base dos relatos de Andre Dubus, publicados a mediados de  los años 70, en Ya no somos dos los protagonistas son cuatro amigos: dos jóvenes parejas que atraviesan por crisis maritales. Mientras en una de ellas la mujer sufre por las continuas aventuras extraconyugales de su egoísta esposo, en la otra las dificultades económicas y el caótico desorden personal de ella minan la  convivencia. Todo esto conduce a estos cuatro personajes a unas relaciones adúlteras, difícilmente soportables debido a la estrecha amistad que mantienen.

A pesar de que en su metraje sobran varias imágenes explícitas de sexo y el toque de perversión con que se ha adornado el comportamiento de  los varones (es una película políticamente correcta, las mujeres son más honestas que los varones),  Ya no somos dos tiene a su favor  que cuenta con un  desenlace  que deja patente la tristeza que acompaña siempre a la infidelidad.