Créanme: la desfachatez del señor Josef Ackermann, presidente de Deutsche Bank y de la Federación de Banca Internacional no conoce límites.

Don Josef, ha propuesto la creación de un fondo para capitalizar o liquidar bancos en crisis.

Luego ha pasado a concretar quiénes pondrían los fondos del fondo, esto es, la guita, el parné. Y se le ha ocurrido una gran idea: que abonen su parte los Estados y otra parte las propias entidades. Esto suele tener trampa porque, a la postre, la combinación ideal resulta ser un 90/10, que es donde está el modelo Fondo de Garantía de Depósitos (FGD).

Lo que está pidiendo Ackermann es impunidad para los banqueros o perpetuación del sistema de salvamento bancario utilizado en la actual crisis que comenzara dos años atrás: que entre todos paguemos los errores de los intermediarios que han eliminado nuestros ahorros. O sea, perpetuar la actual estafa.

El precitado modelo FGD se hizo con mucho más tino. Por ejemplo, la crisis bancaria española estalló en 1978 y se prolongó durante la década de los ochenta, hasta el desagradable incidente de Banesto en 1993. En casi todos los casos, el Estado adelantó el dinero con la promesa de que, en cómodas cuotas, los bancos irían dotando el fondo del FGD para quiebras futuras. No habían aportado ni la cuarta parte de lo adelantado cuando todo se viene abajo otra vez (aunque hay que reconocer que la banca española es de las que se ha mantenido más a flote). Pero la idea estaba clara: los bancos tendrían que conformar su propio fondo para pagar lo que debía el sistema y para prevenir nuevas quiebras.

Pero a Ackermann le ha gustado el modelo de salvamento impuesto por George Bush y aplaudido, secundado y multiplicado por el insigne progresista Barack Obama: que sean los ciudadanos los que solucionen los problemas a los banqueros y que esto se haga a priori. La pregunta es: ¿por qué puñetas tienen los ciudadanos que aportar un dinero para cuando un banco entre en crisis y encima por adelantado? ¿Acaso creamos fondos para las posibles quiebras de panaderías, telecos, servicios médicos, empresas agrícolas, etc. Y encima con dinero público.

La única solución para meter en vereda a los intermediarios financieros es dejarles quebrar. Salimos de la crisis por la puerta falsa, por la puerta Ackermann, un señor con un rostro pétreo. Lo lógico es que si una empresa-banco quiebra, se liquide y a otra cosa. La solución no es Ackermann, es Lehman. Y el Estado que se conforme con asegurar a los ahorradores, no a los bancos, un porcentaje de sus ahorros bancarios.

Porque si el Estado se dedica a salvar bancos con dinero de todos, lo lógico sería que la propiedad pasara a ser de todos: es decir, la nacionalización de la banca. A fin de cuentas lo que propone el nuevo capitalismo -por ejemplo el nuevo capitalismo del socialista MAFO, gobernador del Banco de España- consiste en una nacionalización a lo progre, esto es, el riesgo lo asumirán los accionistas, pero será MAFO, no los propietarios, quien quite y ponga presidentes. Entre esta nacionalización de hecho y la nacionalización de derecho, la del BOE, me quedo con la segunda que es mucho más transparente.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com