Lo mejor del comunicado de la banda terrorista ETA es su autodefinición: "Esto es -aseguraba el encapuchado con boina- una declaración histórica".

Por lo general, la catalogación de histórica no la suele dar el protagonista, sino el resto del mundo. Ocurre lo mismo que con el respeto: no se exige, se otorga; no se da, se recibe. Quien lo solicita suele ser porque no merece mucho respeto. En cualquier caso, oiga, bienvenida sea la decisión de los terroristas de no asesinar a nadie más. Es un detalle.

De inmediato, el aparato de propaganda se puso a trabajar. En primer lugar, RTVE, edición súper especial de la tele gubernamental, donde el adjetivo de marras, 'histórico', se dejaba oír una y otra vez. El presidente Zapatero imparte uno de sus mejores discursos, pues prestó especial atención a las víctimas, que hasta ayer le producían urticaria, por la lamentable tendencia de éstas a plasmar su abandono y su cobardía.

Tan lograda resultó su alocución que parecía preparada de antemano. Fue pronunciada en la sala de prensa de Moncloa, rebosante de cámaras, apenas una hora después de que el vídeo etarra fuera colgado en la página WEB del diario Gara. Para mí que estaba preparado -al igual que el de Rubalcaba y el de Rajoy- pero no puedo confirmarlo.

No estaba dispuesto ZP a que Rubalcaba le arrebatara su momento de gloria -oiga, es que lleva ocho años en ello-: pasar a la historia como el pacificador de Euskadi. Ya en su momento recibió el televisado y continental aplauso de sus colegas europeos por terminar con el último grupo terrorista de Europa -denominación que al etarra de la capucha-txapela también le haría mucha ilusión. Sólo que luego le asesinaron a dos ecuatorianos en el aeropuerto de Barajas. Y es que ZP es un confiado bonachón.

Luego salió Rubalcaba, que, en cuanto candidato, prefiere pasar por listo antes que por bueno. El nuevo líder del PSOE adujo lo siguiente: "Hoy, el protagonista no es ETA". Pues sí, don Alfredo, el protagonista es justamente ETA, debilitado como nunca y crecida como nunca. Y no es casual el momento de lanzar su guante: el 20 de octubre, un mes antes de las elecciones y tras la pintoresca conferencia internacional de paz.

Y terminó Mariano Rajoy, para redondear la agenda de consenso con un discurso de estadista constructivo, espécimen especialmente letal entre los ya de por sí nocivo colectivo de estadistas. ¡Qué bueno que hayan dejado de matar! -exhaló don Mariano-. Y sin pedir nada a cambio. En un día tan histórico hemos ganado los demócratas.

Sin embargo, miren por dónde, el ex ministro del Interior, Mayor Oreja, considera que se trata de una estratagema de ETA, quien volverá a matar si no le sale. Este chico no creo que repita como ministro del orden con Rajoy, puesto para el que dicen está destinado a Alberto Ruiz-Gallardón, mucho más progresista que Oreja, de aquí a Lima.

Las peticiones de los etarras vendrán ahora. No hay arrepentimiento, así que no hay nada que hacer. Recuerden que no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón… y no puede haber perdón sin arrepentimiento. Nada se dice del abandono de las armas ni de la amnistía "para nuestros y nuestras", compañeros encarcelados. Importante el 'nuestras': son asesinos, sí, pero están por la igualdad de trato. Pretenden laurear tanto a 'las' homicidas como a los 'homicidos'. Vamos, que ellos dejan de matar pero el "conflicto" continúa. Lo de Rajoy recuerda la famosa anécdota de aquellos revolucionarios que, en tiempos de la guerra fría, secuestraron un avión y lo desviaron a Cuba. Cuando aterrizaron en La Habana, el Régimen comunista cubano detuvo a los secuestradores y devolvió a los secuestrados. Asombrados, los revolucionarios preguntaron a los chicos de Fidel por qué les traicionaba. A lo que el Régimen respondió que ellos también eran revolucionarios pero ahora, además, eran un Estado, es decir, eran estadistas. Cuando eres un estadista no secuestras aviones: en todo caso, financias a quienes te hacen el trabajo sucio… pero sin que se note.

A mí me parece estupendo que ETA deje de cargarse gente, pero eso no significa que los etarras se hayan convertido al bien y piensen ahora que matar es malo. Simplemente, han fracasado en su intento y ahora pretenden salvar a sus presos y volver a vivir como seres humanos y no como alimañas en la clandestinidad. Por eso, una cosa es conseguir que dejen de matar y otra, bien distinta, que hayamos logrado la paz. Aunque, eso sí, se trate de una paz históricamente histórica.

Los proetarras exigen ahora a España y Francia que "sin dilaciones" comiencen a negociar con ellos, los hacedores del histórico comunicado. ¿Y qué pueden negociar dos estados y un grupo terrorista?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com