Sr. Director:
Las imágenes de la guerra en Georgia, como siempre en todos los conflictos bélicos, son desalentadoras; el hambre, los éxodos en busca de seguridad, los bombardeos de instalaciones militares y civiles en un país no sobrado de recursos, nos hace pensar en que los poderosos y sus intereses, no hace falta confesarlos, son meramente materiales. Siempre surgen defensores que aprovechan sus superioridad militar y pasearse repetidamente con los blindados por todos los caminos del país que han invadido.

¿Qué pretenden los invasores y los que quieren proteger a los invadidos?. Son todo intereses bastardos y pagan el pato, como siempre, las pobres gentes. Y decía una viejecilla, cuya imagen nos transmitía TV...sólo la iglesia no nos abandona.

La Iglesia como siempre. La denostada Iglesia, la vilipendiada, la que siempre tiene la culpa de todos los males...la perseguida Iglesia. La que provoca con sus declaraciones a los gobiernos progresistas, los de las alianzas de civilizaciones. Alianza, ¿contra quién?. Siempre una alianza es contra alguien, ¿contra la Iglesia?. Con su laicismo presuntuoso y amenazante. ¡Como no se callen vamos a revisar los conciertos!. Tristes conciertos, que tocan a muerto, no la campana y el cañón, como en el poema patriótico, sino contra las subvenciones y lo que hacen es quitar-ignorantes perseguidores- unos gastos, que si estuvieran en sus cabales serian subsidiarios, porque es para los españoles; españoles que deberían estar salvaguardados por el gobierno de España, y por un resentimiento azuzado por una memoria histórica, que al resurgir quiere ningunear a la Iglesia, y es la Iglesia de España.

Pero miren la imagen de los menesterosos georgianos...sólo nos ayuda la Iglesia.

A la Iglesia como siempre, vamos a sacar sus defectos, vamos a airear sus deserciones, que las hay entre sus consagrados; cualquier cosa vale para desprestigiarla, pero la Iglesia aguanta el tipo, la Iglesia de España sigue adelante. La Conferencia Episcopal Española continua predicando a sus fieles la moral, que es la moral de siempre, marcándoles - y si lo quieren oír los progresistas, que también son hijos de Dios- el camino recto. La moral recta del seguimiento a Cristo es el camino de siempre, la verdad de siempre, y la única Vida de siempre, a pesar de sus incomodidades y mala prensa; que siempre lo facilón y la facilonería ha sido el camino equivocado de los cómodos y de los de visión chata, materialista, de la vida.

Pero no se preocupen que en esta época de vacas flacas, o de desaceleración si lo prefieren, los comedores de la Iglesia, de la Iglesia de España, serán los que maquillen el hambre que, sin ser catastrofista ni agorero, se puede presentar.

¿Quién si no va a apagar este fuego de hambre y de sed?. La iglesia como siempre, la Iglesia de siempre.

Alfredo Hernández Sacristán