Si los bancos reciben dinero público para solventar errores, es lógico que los fabricantes de automóviles también lo exijan.

Ahora vienen las inmobiliarias, y los energéticos no lo hacen porque ya reciben el chollo de las primas a las renovables, arquetipo de las subvenciones públicas que en el mundo han sido, con el chollo ecológico.

¿Qué esperábamos? Si la banca no puede quebrar, ¿por qué iban a poder quebrar todos los demás? Insisto en que el sector que debe recibir subvenciones es el primero que las ha recibido: el financiero, especialmente el de las casas de bolsa y los bancos de inversión.

Por supuesto toda subvención es mala, porque provoca agravios comparativos y corrupción pública. La mejor subvención es la que no existe. Dentro de que todas son malas las destinadas a las empresas son peores que las destinadas a los particulares. Observen que todas las actuales van destinadas, precisamente, a las empresas. Y no para crear puestos de trabajo, sino para mantener los ya existentes o reducir las regulaciones de empleo. En definitiva, para sostener en pie casas ruinosas. Además, las subvenciones públicas destinadas a las familias tampoco son eficientes si sólo buscan incentivar el consumo.

La alternativa a las subvenciones son, naturalmente, las inversiones y las prestaciones públicas. En definitiva, crear trabajo desde el Estado. No es lo mejor ciertamente, porque los gobiernos deben actuar con carácter subsidiario, sólo cuando la iniciativa privada no sea capaz de hacerlo. Pero en la actual crisis, el keynesianismo vuelve a aparecer como un modelo digno de ser tenido en cuenta. Y si el Estado quiere utilizar a la empresa privada para crear esos puestos de trabajo, ningún problema: lo importante es que ofrezca carga de trabajo aún a pesar de aumentar su déficit y su endeudamiento.

Eulogio López

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