A más de uno le va a sorprender el enfoque que ha dado a este largometraje el siempre polémico Oliver Stone. En contra de lo que es usual encontrar en su filmografía (donde abundan los contenidos antibélicos y políticos), en World Trade Center el director neoyorkino ha optado por un drama intimista y humano con el que rinde un sentido homenaje a todos los héroes anónimos que fallecieron el 11 de septiembre del año 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York. Un día en el que el mundo se conmovió ante el sufrimiento del pueblo norteamericano.

 

World Trade Center narra la historia de dos miembros de la Autoridad Portuaria del Departamento de Policía de Nueva York, uno de los primeros cuerpos que acudió en ayuda de las víctimas de los dos atentados terroristas, y que, a su vez, se vieron atrapados por el desplome de las Torres Gemelas. Utilizando como base unos hechos reales, dos hombres sepultados a más de seis metros de profundidad a la espera de ser rescatados, Stone reflexiona sobre la capacidad del hombre para sobrevivir en las circunstancias más amargas y sobre la esperanza de sus seres queridos en recuperarlos.

 

Aunque desde el punto de vista ético la película es irreprochable, Stone no ha acertado totalmente en su desarrollo porque además de extenderse demasiado en situaciones que no lo requerían (un mal endémico en su cine) no ha elegido a los actores masculinos adecuados (por el contrario, bordan sus papeles las que encarnan a sus esposas) y, fundamentalmente, porque no refleja con la intensidad necesaria cómo vivieron estos hechos los ciudadanos de la Nueva York. De hecho, todos tenemos en la memoria, tanto como los atentados a las Torres Gemelas, las imágenes que vimos de esa macrourbe en ese fatídico día: la gente (cubierta de polvo gris) caminando en silencio por los interminables puentes que separaban unos barrios de otros o el llanto de ciudadanos de todo credo o religión por las víctimas inocentes que fallecieron ese fatídico día.

 

No obstante, hay algo que me gusta de esta película eminentemente patriótica: el mensaje optimista que lanza al espectador. Y este es el siguiente: el día que Nueva York sufrió el atentado de manera inmediata surgió una cadena de solidaridad, nunca como entonces los americanos estuvieron tan unidosante el terror y la barbarie. Algo que, desgraciadamente, no ocurrió en nuestro país tras los cruentos atentados del 11 de marzo en Madrid. Desde entonces algunos viven un peligroso síndrome de Estocolmo.

 

Para: Los que quieran ver la película más proyanqui de Oliver Stone.