Me comenta un familiar anciano que en su pueblo, allá en la dura postguerra, se compraba el comer carne los viernes de cuaresma.

En un principio me quedé un pelín helado. Sólo se me ocurrió comentar que no se puede comprar la abstinencia de la misma forma que no puede comprarse el Cielo (aunque por este punto se han dicho un par de millones de tonterías). Por si acaso recurro a los doctores que siempre tiene la Iglesia para estos casos y me ratifica que sí, que salvo error o excepción prescrita, no se puede comprar la ingesta carnívora de los viernes de Cuaresma. Se trata de un caso de simonía o compra de bienes espirituales, que ya fuera condenada, y con sana mala uva, por el primer Papa, Pedro, en la figura de Simón el Mago.

Pero percibo más rasgos de repugnante simonía. Por ejemplo, telepredicadores que venden arrepentimiento en TV. Ojo, aquí hay que distinguir:

Una cosa es pedir donativos para evangelizar y otra cosa es cobrar por la evangelización. Una cosa es lo que hace Zenit, una agencia muy citada en Hispanidad, que vive de los donativos porque quiere prescindir de la publicidad que, no nos engañemos, siempre resta libertad, y otra cosa muy distinta es vender dirección espiritual. Eso sólo lo hacen los psicólogos freudianos, mentes sucias que alargan sus competencias hasta la incompetencia. Pero no puede hacerlo quien habla de Cristo, que si bien aseguró que el obrero merece su salario nunca hizo negocio -bueno sí, negocios ruinosos- con el anuncio del Reino.

Además, no nos engañemos, nada hay más contrario al espíritu que el espiritismo y la simonía suele convertir la fe recia en blanda superstición, la dura ascesis en artificio pastueño y la oración en beatería. No digo que siempre sea así pero muchas veces sí es así.

En cuanto a los telepredicadores mucho ojo, porque medran cuando la gente se aferra a cualquier clavo ardiendo que le ofrezca un sentido para vivir, siguiendo el viejo aforismo de Chesterton: cuando no se cree en Dios se cree en cualquier cosa. 

¿Que cómo se distingue el periodismo cristiano (prefiero evitar el término TV cristiana porque, por el momento la TV cristiana es como Superman: un personaje de ficción)? Por el buen humor. Un cristiano triste es un triste cristiano. Sin embargo, los simoniacos, los que comercian con los bienes espirituales son señores muy graves. Y no olviden otra genialidad del mismo Chesterton: El demonio se precipitó a los infiernos por la fuerza de la gravedad. Pues eso.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com