Dice el propio Pedro Almodóvar que lo más difícil de Volver ha sido escribir su sinopsis, porque sus películas cada vez son más difíciles de contar, y de resumir, en pocas líneas. Estoy totalmente de acuerdo. Resulta muy complicado explicar el argumento del retorno a la comedia de Almodóvar. Pero ahí va un intento. Volver gira alrededor de tres generaciones de mujeres de una misma familia a las que les une un vínculo desgraciado y común: son mujeres solitarias y fuertes a las que los hombres les han jugado malas pasadas. Una película de las consideradas políticamente correctas, donde se muestran las fatales consecuencias de la incomunicación pero donde brilla por su ausencia la sutileza.

 

Pero quizás lo que hace que Volver no vaya a levantar tantas ampollas, como películas anteriores de Almodóvar, es que aborda un asunto sobre el que hay un consenso general: la repulsa al abuso a menores. Este tema tan serio lo engloba el manchego en una tragicomedia, con ribetes de humor negro, que cuenta con momentos realmente afortunados en los que tiene un peso específico un singular fantasma y un cadáver.

 

Están ante un culebrón de diseño, magníficamente interpretado por su reparto femenino coral, en el que se aprecia a cada paso el toque almodovariano que tanto gusta a sus seguidores y tanto rechazo provoca en sus detractores. A saber, entre las variadas ordinarieces que aparecen en el desarrollo de la película sobra el plano cenital de las domingas de Penélope Cruz (Almodóvar quería a la madrileña tan voluptuosa que le ha puesto prótesis en las mamas y el trasero), también está fuera de lugar el comentario anticlerical de una de las clientas de la peluquería de la hermana de la protagonista y, como siempre, huele el elemento escatológico (Penélope Cruz entra en el baño y la vemos hacer pis), las hermanas dicen que recuerdan a su madre cuando llegaba a casa con el olor a mierda de limpiar a los animales ¡menuda añoranza!

 

Eso sí, si algo podemos reconocer del director manchego es que sabe vender sus películas de cara al mercado exterior. La imagen cañí que destila cada fotograma muestra la España más profunda, esa que algunos creíamos olvidada y superada, pero con la que nos siguen identificando en el mercado anglosajón.

 

Para: Los incondicionales de Almodóvar y los aficionados a los culebrones de diseño.