Un vallisoletano tetrapléjico cuya iniciales son JL- ha sido suicidado por un desconocido. La pérdida de esta vida humana, como la de los antiguos héroes, ha sido muy útil, sobre todo para el diario El País y otra prensa progresista, que ha aprovechado para hacer bandera de la dignidad, vocablo éste harto interesante porque cada día que pasa se identifica más con lo que siempre se conoció como soberbia puñetera.

El suicidio también ha sido aprovechado por su familia y amigos quienes han pedido, en un muy sentido comunicado, que no persiga a la mano que le dio la paz. No se sabe si le dio la paz o le introdujo en la nada, ya que JL no creía en otro mundo, pero lo que sí está claro es que la susodicha mano le dio la paz a la familia, amigos y todos aquéllos que de una u otra forma se ocupaban de él y sufrían con él. Ya no tendrán que hacerlo. Aseguran los firmantes que JL ha logrado escapar de su infierno. Espero, de verdad, que no se trate justamente de lo contrario.

La inefable ministra de Sanidad del Gobierno de Su Majestad Juan Carlos I, doña Elena Salgado, ha dicho que el Ejecutivo del que forma parte, con tanto entusiasmo como eficacia, no piensa abordar la eutanasia en esta legislatura, cuatrienio que comenzó, precisamente, con la promoción de la película Mar adentro, un editorial en favor de la eutanasia a cuyo estreno en Madrid asistieron una selección de vips formada por seis ministros y presidida por quien corresponde, por el Presidente Zapatero. Quiero aclarar que don José Luis estaba allí por solidaridad, no por connivencia. El hombre de La Moncloa no tiene la menor intención de practicar en sus carnes el suicidio asistido, dado que tan progresista opción entraría en contradicción con su deseo de mantenerse en el sufrido cargo que ostenta y detenta, mucho más duro que ciertas enfermedades incurables durante los próximos 23 años (lleva 2 y pretende mantenerse durante un cuarto de siglo).

Seguramente, la idea de ZP consiste en que sean las masas las que aterradas por casos como el de JL, le supliquen que despenalice la eutanasia. Es lo que suelen hacer las masas cuando reciben el mismo mensaje mediático, de forma machacona e insistente, y ahí persisten justo hasta el momento en que caen en la cuenta de que la muerte digna que con tanto fervor solicitan para los demás se les podría aplicar a sí mismos si les suceden ciertos accidentes, les ataca el Alzheimer o alcanzan cierta edad con hijos comprometidos con un trabajo absorbente. Ya lo dice el refrán: comer, rascar y asesinar, todo es empezar.

Otra cuestión que llama poderosamente la atención de quienes claman por el suicido asistido es que nunca se suicidan sin asistencia. El famoso eutanasiado que inspiró alegre inspiración- el pestiño de Amenábar no estaba tan impedido como pretendió hacernos creer el oscarizado director, al que si no le crece la nariz es porque no está hecho de madera. Dicho de otra forma, y con todo respeto : ¿Por qué ese empeño en que te suiciden, si es evidente que con un poco de imaginación, puedes suicidarte tu mismo? Incluso con menos dolor, porque mucho me temo que las muertes de estos eutanasiados, auxiliados por manos anónimas que les ofrecen paz y dignidad, suelen ser espantosas. La agonía del gallego tuvo que ser horrible, e incluso la mano de la paz confesó que tuvo que marcharse para no contemplar el espectáculo. Todo muy digno y muy humanitario. Del vallisoletano, deduzco que ha muerto ahogado. O sea, todo dignísimo. Pero insisto, un personaje que escribe un blog por Internet, que debería llevar por título La rabia de la desesperación, al parecer necesitaba de alguien que desconectara un sencillísimo mecanismo que ya se le había desconectado sólo en otras ocasiones. Es decir, necesitaba comprometer a alguien. Vaya por Dios. A fin de cuentas, la historia de la complicidad no es más que la historia de toda perversión. Para un creyente, el suicidio es el peor de los crímenes, pero JL deja bien claro que no creía en otra cosa que en la dignidad: En cuanto hay esperanza se pierde la posibilidad de penar racionalmente. Es decir, que para ser inteligente hay que ser un agonías. Estos progres son muy risueños.

Sus familiares, y él mismo confundían vida con poder. De otra forma, no hablarían tanto de calidad de vida, una cursilería horrible sólo utilizada por quienes consideran que la vida es un medio, no un fin, un medio para medrar, para controlar, para poseer. Recuerden a aquella señora, de alta burguesía madrileña que se quedó parada en un tren en mitad del campo durante horas, y cuado el revisor acudió con pan para que pudiera saciar el hambre, le respondió. Yo no como otro pan que el pan de Viena

La vida es, en sí misma, calidad, un regalo inigualable, único, espléndido, incomparable e irrepetible, que sólo podría apreciar en plenitud una criatura perdida en la nada de la no existencia pero, al mismo tiempo, capaz de contemplar nuestro mundo. Esa persona imposible, nonata pero consciente respondería sí, y con un entusiasmo inenarrable, si se le preguntara sí deseaba vivir en este mundo, a pesar de los riesgos que comporta.

Porque vivir, queridos amigos de JL, familiares de JL, ZP, ministros de ZP (con mención especial para doña Elena Salgado, de mirada triste pero no suicida), Polanco, Janli, y progres del mundo, todos ustedes vosotros, vivir, digo, consiste, antes que nada, en una permanente actitud de gratitud, al Creador, si en Él se cree; al demiurgo universal, si te apuntas a la secta de los agnósticos; a no se sabe quién, si te afilias al más intelectual grupo de los ateos. Vivir es, sencillamente, agradecer, con entusiasmo y curiosidad de niño. Lo de la calidad de vida es, como diría un catalán, a más a más.

Eulogio López