Un empresario catalán quien, naturalmente, prefiere ocultar su nombre, explica de esta guisa el proceso del Estatut catalán: Todos los políticos se han comportado como niños. Maragall quería ser un nuevo Francesc Macià, incluso un Lluís Companys, y se empleó a fondo, con innegable entusiasmo. ERC no podía dejarse arrebatar la banderola del más independentista, así que apoyó con entusiasmo el proyecto e incluso planteó cuestiones, más formales que otra cosa, para ahondar aún más en el autogobierno. Lo más significativo fue lo de CiU, que tuvo que arrebatarle a ERC y a Maragall la bandera del independentismo para resucitar de la muerte política en la que se había postrado. Este quizás fue el elemento más desestabilizador y sorprendente de todos. Izquierda Verde, como siempre, cometió el error de creerse que se podía conseguir lo que se pedía, que era una barbaridad. Por eso ha sido la más sorprendida por el no masivo del resto de España. El PP estaba en la oposición a todo, que es en lo único que puede estar en Cataluña.

Yo creo que todos esperaban que alguien viniera a imponer un poco de sentido común, pero nadie quería ser quien apagara algunas de las luces de la fiesta, así que la fiesta continuó. Y ahora se encuentran con que se han metido en un atolladero, del que no sólo no pueden salir sin desgarros, sino en el que nadie les pidió que entraran. Y menos que nadie, los catalanes, a los que el Estatut importa un bledo.

Y no parece que haya mucho más que añadir.