El diario 20 Minutos del lunes 24 titula en su Portada: Los expertos temen que la gripe aviar nos llegue de África y en humanos. O sea en formato humano, como quien dice, virus introducidos en unos especimenes conocidos con el sobrenombre de personas, que suelen viajar en pateras o saltar vallas de varios metros de altura, con el virus malandrín en sus entrañas.

La primera reacción (prima primi, creo que dicen los moralistas) que provoca un titular de estas características es claro : ¡Fusílenme a los africanos, también conocidos como subsaharianos, antes de que entren en territorio europeo y luego me lo incineran a conciencia: muerto el perro, muerto el virus.

Nótese que estamos hablando de un periódico progresista (los gratuitos son de los más progre y moderno). Ahora bien, cuando la gripe llega en humanos hay que tomar medidas severas. Porque, claro, la progresía está dispuesta a aceptar la crítica de las vallas de Ceuta y Melilla, y manifestar que lo las fronteras abiertas al menesteroso son puras ganas de fastidiar. Ahora bien, si encima el susodicho menesteroso subsahariano, como creo haber dicho antes- viene con virus de gripe aviar, entonces comprenderán que hay que distinguir entre solidaridad y demagogia. La diferencia entre solidaridad y demagogia es la misma que existe entre depresión y recesión: depresión es cuando el vecino se ha quedado sin trabajo; recesión es cuando me he quedado yo. Y así, solidaridad es cuando apoyo las fronteras abiertas porque es otro, por ejemplo el Estado, quien carga con la atención a esos emigrantes, con dinero de todos que, a fin de cuentas, es dinero de nadie. Por contra, demagogia es cuando el subsahariano, también llamado negro u hombre de color ya no es un problema del Estado, sino muy mío, porque me puede transmitir la puñetera gripe aviar. Aceptarlo no sería solidario, sino demagógico, no sé si me siguen.

De todas las maneras, el campo semántico de la solidaridad disminuye a medida que avanza el de la demagogia. Por ejemplo, ahora lo progresista es afirmar, con rotundidad, que es una demagogia lamentable advertir que se pueden abrir las fronteras. Me ha hecho cierta ilusión que alguien, aunque sea un rector, haya hablado de fronteras abiertas. Lo ha hecho el Rector de la Universidad de Navarra, Ángel José Gómez Montoso, a quien no tengo le gusto de conocer, advirtiendo que la realidad actual nos muestra con demasiada frecuencia una Europa que sólo se mira a sí misma, pues levanta vallas en lugar de abrir sus puertas. Y el mismo claustral se extrañe de que hayamos avanzado tanto en la eliminación de las fronteras interiores y sin embargo levantemos otras para defendernos de una realidad que nos resulta incómoda y comprometida.

Porque las fronteras abiertas son la única respuesta ética y cristiana, que no en vano el primero que defendió la recuperación de las fronteras abiertas fue Juan Pablo II- al fenómeno de la inmigración. Lugo vendrán las excepciones, siempre parciales y siempre transitorias, pero el principio es ese. El principio no es cerrar las puertas, sino abrirlas.

Lo cual tiene sus riesgos, incluidos los del virus de la gripe aviar en formato humano, pero estamos a lo que estamos, ¿verdad? Porque sin apertura a la imitación, toda solidaridad no es más que puro camelo.

Eulogio López