El concurso del Día Internacional contra la Violencia de Género está resultando muy competido -a fuer de emocionante- en España: todos los partidos políticos luchan por propugnar nuevas medidas contra el varón que con tanta crueldad golpea y asesina a las mujeres. En esta orgía feminista participan muchos varones, porque ya se sabe que todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un hombre feminista. Y se compite por endurecer las penas contra el varón, que lleva la violencia en su naturaleza, como el escorpión del chiste.

El PSOE pretende aventajar a Izquierda Unida y el PP lucha por no quedarse atrás. Sin mucho éxito, todo hay que decirlo.

La situación es como sigue. La legislación sobre violencia de género, unida a la del divorcio exprés, la primera aprobada por PSOE y PP y la segunda sólo por el PSOE de Zapatero, ha forjado un escenario patrio donde la mujer se ha convertido en opresora y el varón en oprimido. Y las dos leyes se unen en una realidad judicial y policial de cada día: la violencia ejercida por el Estado, en nombre de la mujer, violentada o no, contra el varón.

Traducido: toda mujer que pretenda separarse de su pareja, no tiene que hacer sino demandarle por malos tratos -ciertos o falsos, la mayoría de las veces falsos- y con tan simple procedimiento consigue esquilmarle desde el punto de vista afectivo -no verá a sus hijos- y desde el punto de vista patrimonial -al varón le quitan hasta la camisa, empezando por el hogar-.

Todo ello mediante una norma como la ley contra la violencia de género, alabadísima por la izquierda y por la derecha. Norma legal verdaderamente liberticida. Para ser exactos, supone la invención del derecho preventivo, que está ocasionando tantas víctimas como la guerra preventiva: al varón se le encarcela sin una sola diligencia, sin comprobar los hechos, basta con la acusación no probada -las más de las veces, inventada- de la mujer. Se le echa del hogar y a otra cosa, mariposa.

Pero lo del Día sobre la violencia contra la mujer tiene aún más coña, porque ha entronizado la guerra de sexos. Dos detalles: la principal violencia actual no la genera el hombre -aunque muchas veces es cómplice- sino la mujer. Se llama aborto. Y es una violencia siempre homicida. En España, 300 asesinatos diarios.

En segundo lugar, la trivialización del sexo, la pornografía y la convicción de que es la madre quien posee todos los derechos sobre los hijos, dejando al varón en el papel de semental es, precisamente, lo que está haciendo que la liberación de la mujer se haya convertido en la esclavitud de la mujer.

Volvamos a la cordura: hombre y mujer son sujetos complementarios, llamados a la colaboración y no al enfrentamiento. Ambos deben volver a recordar que amar es lo contrario de utilizar. Y con eso, sobran todas las leyes contra la violencia de género, es decir, el derecho preventivo.

Por lo demás, el feminismo ha terminado en una mujer actual soberbia: susceptibilidad, ingratitud, resentimiento, todo ello a través de una cultura de la queja permanente, alentada por el vendaval de lo políticamente correcto. Se trata de una de las catástrofes más ignoradas de la modernidad: la mujer pierde su gran virtud ancestral, la humildad, la virtud más importante de todos. La humanidad ha sufrido plagas más graves que ésa pero ahora mismo no se me ocurre ninguna.

Eulogio López

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