Es una de las embestidas más punzantes y denigrantes que se puede experimentar. Las torturadas son chiquillas, que se utilizan como arma en las conflagraciones bélicas.

 

Pocos son los abusos carnales que van a pleito, y de los que lo logran, sólo el 5% terminan en sentencia contra el violador, lo ha afirmado el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos. Según esta institución, el porqué del exiguo índice de correctivos se debe a que, en la mayoría de los casos, se enfatiza más sobre la conducta de la mujer que sobre la del violador.

La crueldad contra las pequeñas es uno de los problemas más serios e importantes del momento actual. El Estatuto de Roma sobre la Corte Penal Internacional considera estos delitos como crímenes de guerra, y como crímenes contra la humanidad cuando los abusos sexuales son ejecutados como parte de un ataque sistemático contra la población civil.

Por otra parte, en la India se ha trocado el pozo contiguo a una policlínica en un mezquino osario. La policía localizó huesos que podrían tener que ver con fetos de niñas recién nacidas y exterminadas. La policía afirmó que no se puede determinar la edad de las chiquillas. Ante esta dolorosa situación, el Gobierno ha resuelto poner en marcha una red de hospicios que amparen a las hijas nacidas no queridas y ofrecer, de esta manera, una opción al aborto e impedir los más de diez millones de crías matadas por sus propias mamás. Esta práctica ha originado un desequilibrio entre ambos sexos. Según el periódico hindú The Times of India el aborto de una chiquilla puede valer unos 30 euros. Este hábito está tan desarrollado que, UNICEF, estima en 2,5 millones la cifra de feticidios de niñas, todos los años.

La ministra de Estado para el Desarrollo de la Mujer y la Infancia de la India envió este mensaje a todas las mujeres: Ten a tu hija, no la mates. Si no la quieres dejádnosla a nosotros que la educaremos. No la mates porque existe una auténtica crisis de niñas en nuestro país.

Toda vida pertenece a Dios. El aborto va en contra del mandamiento del amor, afirmó Teresa de Calcuta.

Clemente Ferrer 

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