Me lo dice un periodista veterano, a quien considero maestro profesional y personal. Asegura que mi artículo de ayer martes resulto cruel, porque utilizaba a un disminuido como argumento.

Hablaba yo del hijo de Vicente del Bosque, seleccionador nacional de fútbol. La verdad es que, viniendo de quien viene, es muy posible que tenga razón, pero déjenme intentar una defensa.

La defensa es que lo que dije era cierto. Yo no pretendía utilizar a quien respeto, al hijo de don Vicente, contra quien no respeto, el presidente del Gobierno.

Lo que digo es que el aborto no sólo es un homicidio cruel, legalizado y promovido desde el poder. No, es algo mucho peor. El aborto es un crimen cobarde, repugnantemente cobarde. Cuando un adulto, incluso un niño de cierta edad, es atacado cabe alguna posibilidad, por remota que sea, de defensa de la víctima. En el aborto, la víctima no cuenta con defensa alguna, de ningún tipo, como un cordero llevado al matadero y es la propia madre la que pide al matarife que trocee a su hijo. Eso sí que es crueldad.

Junto a esa cobardía, hay que pararse a pensar en lo que supone la despenalización del aborto porque es lo que nos da la medida de una de las más tristes realidades del mundo moderno: el odio al débil. Odio al débil que se deja ver, especialísimamente, no en el aborto terapéutico ni en el aborto por violación, sino en el aborto llamado eugenésico. No nos gustan los débiles, los discapacitados, los disminuidos, los minusválidos y supongo que, dentro de poco, los feos.

No sé si fue cruel, pero era cierto. La ley promulgada por Zapatero permitía asesinar al hijo de Del Bosque antes de nacer. ¿Entonces? Sí, ya sé que no hay que decir todas las verdades que hay en el mundo. Decirle a un chaval que su padre es un borracho no es sinceridad, es crueldad, pero convivir con la maligna contradicción: adornarse con un muchacho discapacitado cuando acaba de entrar en vigor la ley que hubiera permitido terminar con él, y esa ley la has promulgado tú...

Eulogio López

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