La biografía del matrimonio de María y Fernando se podría compendiar en que llevaron una existencia de felicidad hasta su muerte. Su unión nos da una respuesta seductora a una demanda trascendente.

¿Cómo conseguir la felicidad? Todos nos forjamos esta cuestión, y de la respuesta depende el sentido de nuestra existencia. En su vida se dieron congojas, aflicciones y penas propias de cualquier hogar y quienes se relacionaron con ellos resaltan que fueron dichosos.

Caminaron por la escuela del amor humano. La genuina fortaleza que hace vencer todos los obstáculos y avanzar hacia lo afable y lo dotado de hermosura.

"La Historia de un matrimonio",  que ha publicado Ediciones Rialp es un interesante texto redactado por Luis, uno de los siete hijos de María y Fernando. Dos de ellos son sacerdotes, como consecuencia de la semilla de la bonanza que recibieron. La fama de santidad de María y Fernando se sigue agrandando desde que consumaron su existencia en el mundo y franquearon la Ciudad Eterna.

Esta pareja no se enclaustró en su morada, pues desenterró pujanzas para lanzar obras notables como un nuevo Carmelo, el Asilo de los Desamparados o la fundación de una emisora de inspiración cristiana, todo ello en la capital leonesa, donde radicaban.

Fernando expiró de una embolia. A María le originó un sufrimiento agudo y confiado, llevado con una gran fe en la providencia divina. El amor había ido aumentando durante los cuarenta años que disfrutaron del hogar que habían fundado. Bien se comprobaba la reflexión de André Maurois: "Un matrimonio feliz es una larga conversación que parece siempre demasiado breve".

Años después, María, a pesar de padecer entonces una grave enfermedad, al enterarse de que Juan Pablo II llegaba a España, viajó a Madrid para conocerle. Escuchó unas jubilosas palabras del Papa: "El matrimonio es una unión de amor indisoluble. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad". Ella fallecía poco tiempo después de un cáncer, llena de fe y de júbilo.

Clemente Ferrer Roselló

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