Sr. Director:

Vuelvo de la séptima manifestación de la AVT. Vengo de escuchar a Ortega Lara, a Mari Mar Blanco, a Francisco José Alcaraz.

Ya ven que a ninguno de los tres he de anteponerles tratamientos honoríficos que revelen aristocracia o cargos oficiales. A la familia Blanco la conocemos todos a través de aquella terrible imagen del padre llegando a casa después de trabajar y golpeándose la cabeza contra la pared al saber lo ocurrido. Ortega era un modesto funcionario de prisiones, trabajo, como saben, ansiado por las grandes fortunas. Y Alcaraz, peluquero de profesión, tampoco parece pertenecer a los denostados latifundistas de su tierra.

Pues bien, estos son los que encabezan el único movimiento representativo de un estado de opinión hoy en España. ¡Fabuloso, mentís a quienes se arropan en la palabra pueblo, en el tedioso latiguillo de los menos desfavorecidos, empuñando la estólida creencia de la lucha de clases como llave maestra de todas sus interesadas beligerancias!

Vengo de oírles hablar de dignidad, de no ceder a la presión asesina -de los violentos, ya saben-, de su deseo de defender las ideas respetando a las personas, de su confianza en el Estado de Derecho, de su respeto por las elecciones. Pese a ello, hay partidos políticos a los que les da asquito semejante posición democrática y no sólo no acuden a escucharles sino que, taimadamente, les torpedean y les desacreditan ¡Fabuloso, mentís de nuevo a la estudiada indignación ante los fascismos, a la interminable algarabía justiciera ante guerras que sólo ven por televisión y a la leyenda construida sobre una irreductible vocación de defensa del débil y el maltratado!

Unas quiebras de este calibre en la persistente propaganda de las formaciones políticas de izquierda sólo resultan explicables por uno de esos turbios e importantes fines que, efectivamente, justifican los medios. Y tratándose de partidos políticos, habrá que pensar en escenarios electorales o, más precisamente, postelectorales, si queremos entender algo. Parece que la denominada segunda transición, que desembocaría en el monopolio de toda la izquierda -terroristas de izquierda incluidos-, es lo que justifica tan vergonzosa caída de los paños menores.

Para advertencia de simpatizantes y militantes de estos partidos, habrá que tomar nota de que ese deslizamiento se realiza también sobre la sangre de quienes un día militaron en esos partidos y, por defender lo que hoy he escuchado a Alcaraz, fueron asesinados por el terror. Es muy duro, pero es verdad.

Y, para saber definitivamente quién es quién, conviene no olvidar los intereses que realmente mueven a estos políticos cuando, ya en campaña, vuelvan a clamar justicia para el débil y a jurar que pierden el sueño al pensar en el pueblo. Sí, es urgente la rebelión cívica, aquí y ahora.

Gonzalo Elvira

gonzalo.elvira@gmail.com