Una imagen vale más que mil palabras y un chiste vale más que mil imágenes, la capacidad de la ironía para resumir en una ilustración cuestiones francamente abstrusas es de todos conocida.

Es lo que ha logrado el humorista Borja Montoro que si no es muy conocido debería serlo. Su viñeta publicada en el diario La Razón, edición del miércoles 2 de agosto resume a la perfección que la selección de embriones no es otra cosa que eugenesia nazi.

Y la verdad es que resulta muy complejo explicar el porqué de una aberración que la gente no puede ver. Es el mismo drama del aborto que no se ve- pero multiplicado por varios enteros, dado que el feto se parece demasiado al niño, pero el embrión no se parece nada. Aunque en esencia un embrión tiene ya la identidad genética individualizada de la persona adulta que llegará a ser si un factor externo no lo violenta. Por eso, los comunicadores más miserables tienen la consigna de no hablar de embrión, sino de conjunto de células, una gran mentira, especialmente venenosa porque se aproxima demasiado a la verdad. En efecto : hasta los seres humanos adultos no son más, que un conjunto de células.

En cualquier caso, al carácter eugenésico, racista con toda la humanidad (si en alguna actividad humana actual se puede aplicar el concepto de genocidio es precisamente en la manipulación de células madre embrionarias), tanto de la manipulación de embriones como de la materia prima de dicha manipulación, es decir la fecundación asistida, hay que añadir la segunda razón de esta bestialidad consentida: la vanidad infinita de una serie de científicos, especialmente biólogos, dispuestos a caer en la primera tentación que sufrió la humanidad: Seréis como dioses. Los científicos juegan a crear, pero es sabido que el hombre no crea, sólo transforma, con materiales que no inventa sino que le son dados.

Lo que está ocurriendo con el Nuevo Orden Mundial (NOM) que capitaliza esta guerra contra el ser humano en forma de aborto, contracepción, esterilización, ingeniería social y ahora embrionicidio es que, como siempre, se basa en una gran mentira: la de que toda su parafernalia y su profundísimo trabajo sirve para algo, en este caso para curar enfermedades. Si realmente fuera así, estos científicos de la muerte tendrían a su disposición todos los fondos de las multinacionales farmacéuticas, deseosas de invertir en fármacos vendibles, y un fármaco en vendible, cuando cura algo. Sin embargo, ningún laboratorio quiere invertir en manipulación de embriones, qué casualidad, por lo que las sesudas investigaciones de estos científicos canallas las financia en todo el mundo el Estado, es decir el dinero de los demás. Verbigracia: el Gobierno Zapatero es de lo más generoso a la hora de financiar estas prácticas aberrantes con el dinero de nuestros impuestos.

Eulogio López