Sr. Director:

La batalla en favor del respeto a la vida humana es un combate a largo plazo; máxime cuando, como en el caso del aborto, el atentado a la vida es pacíficamente aceptado por las costumbres y tolerado por las leyes. Se precisa abrir los ojos, para reconocer en cada embarazo la realidad emergente de la vida de un niño, que no es ya la madre, aunque viva dentro de ella, ni es tampoco una cosa, aunque todavía no pueda hablar. Se precisa también, y sobre todo, cambiar el corazón, para sentir en toda su hondura la inhumanidad, la injusticia y la maldad terrible que entraña asesinar a un inocente.

Hace pocos días, Italia entera se conmovía con el ejemplo de Rita Fedrizzi, de 41 años, ex-profesora de la Universidad de Bérgamo. La gestación de su tercer hijo coincidió con la aparición de un cáncer que la iba a devorar por dentro. Los médicos le aconsejaron abortar, para iniciar cuando antes la terapia. Rita se negó : Es como si me piden, explicaba, que para salvarme a mi misma mate a uno de mis hijos ya nacidos. Desgraciadamente, Rita ha muerto. La mató el cáncer, no su hijo. El niño, Federico, tiene ya tres meses. Rita ha preferido ser, hasta el final, su madre y no su asesina.

El ejemplo de esta mujer valiente, y el recuerdo de tantas víctimas de la masacre silenciosa del aborto como Pelayo, asesinado vilmente a los siete meses de gestación- animarán a muchas personas a participar, el próximo 11 de febrero, en las Veladas por la Vida, que se organizan ante los abortorios de las ciudades de España. Es un gesto sencillo, que no será, quizá, portada en los medios, pero que nos recuerda a todos que el respeto a la dignidad del hombre se escribe con V de Vida.

Guillermo Juan Morado

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