Desde el final de la II Guerra Mundial, los gobiernos capitalistas del mundo comenzaron a endeudarse cuando habían alcanzado la bonita cifra de 50 billones de dólares y el capitalismo se derrumbó. Recuerden que todo lo que producimos los españoles en un año es 1,2 billones de dólares. Lo que quiere decir que si las familias hubieran hecho lo mismo que los políticos durante este largo medio siglo, Occidente sería ahora algo parecido al África subsahariana o al sudeste asiático: tierra de hambre.

Pero vivimos en un universo mental de azúcar cande, así que no nos hemos percatado de nuestra verdadera situación. Por ejemplo, lanzamos vítores -pasado martes 15- por haber colocado más deuda pública española, cuando lo que teníamos que hacer es vivir como siempre ha vivido el mundo hasta la edad moderna, la de la economía financista: sin deuda alguna, sin gastar ni un euro más de lo que se ingresa. Hemos endeudado a varias generaciones de hijos y nietos, que, les prevengo, no podrán pagar esas deudas, por lo que estamos abocados a un jubileo forzoso, dado que no lo quisimos voluntario. Abocados, por tanto, a condonar deudas.

Nos asombramos de que los alemanes pretendan llegar al déficit cero -sí, en eso los alemanes aciertan-, cuando, el asombro debería ser naturalidad.

Somos una civilización obligada a vivir pagando la deuda de sus padres y de sus abuelos. Y no vale fabricar dinero postizo, darle a la máquina de hacer billetes, porque eso es pan para hoy y hambre para mañana y, además, con la prepotencia de los mercados financieros sólo se consigue que esa aparente liquidez quede en manos de los mismos parásitos: los intermediarios.

Sin embargo, cuando oímos hablar de recortes de las prestaciones públicas nos lanzamos a la calle. Pero hombre, si son muchos menos recortes de lo que necesitamos para equilibrar, no las cuentas de este o aquel país, sino las cuentas de la humanidad.

Dicho de otro modo: si le preguntan cuándo saldremos de la crisis responda que cuando el mundo pague lo que debe o cuando los acreedores condonen a los deudores -lo que también conlleva su peligro. Creo que tenemos tarea para varias generaciones. Y el final de la crisis llegará cuando esa excepción a la historia de la humanidad, llamada modernidad, haya concluido.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com