Sr. Director:

Sería bueno, que ante la falta de cultura cívica de los jóvenes, en la escuela se educara a los alumnos a ser buenos ciudadanos. Pero la educación cívica, sin un marco adecuado de educación moral puede desembocar en manipulación. Marginar la educación moral, sustituyéndola por una instrucción cívica, supone un peligro para la vida política. Ortega y Gasset ya se lamentó en su día de la pretensión de reducir la enseñanza de la ética a una educación para la convivencia.

Por esto, el intento del Gobierno de crear una asignatura que inculque unos valores morales decididos en última instancia por los políticos de turno es algo que, sin exageración de ningún tipo, se puede asociar a los totalitarismos y a los regímenes en los que la libertad sufre enormes limitaciones. En estos días estamos conociendo a través de los medios de comunicación algunos de los contenidos de la Educación para la Ciudadanía, que se ha convertido en uno de los motivos de controversia de la LOE.

Es normal la reacción de numerosas asociaciones planteando una oposición frontal a tal desatino educativo. Una cuestión tan delicada como es la educación moral de la ciudadanía, en la que nos jugamos el futuro de toda una generación, no puede quedar en manos de los políticos de turno. Es un descaro que se sitúa contra el artículo 27 de la Constitución en el que se afirma el derecho que asiste a los padres a que sus hijos reciban formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.

Margarita Toledano Arias

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