Primero, ¡gracias por permitirme hablar! Estaba deseando expresarme. Me presento: soy Elena D'Angelo de Marcone, una mujer argentina de clase media.

 

Casada a los 25 años, llegamos a cumplir las Bodas de Plata, luego murió mi marido, ahora tengo 86 años. Tuvimos nueve hijos, a los que ahora se han agregado (saquen la cuenta) 6 yernos, 2 nueras, 58 nietos, 10 nietos políticos y 15 bisnietos: 100 personas descendiendo de un varón y una mujer. Creo que esta realidad me habilita para hablar hoy aquí en nombre de la gran familia argentina.

No vengo a vilipendiar, como personas individuales, a mis hermanos homosexuales, pero, ¡eso sí!, a defender, con uñas y dientes, a la familia. Por eso ustedes, señores senadores, hoy considérenme... ¡una leona parida que sale a defender su cría! ¿A mis "cachorros" les quieren enseñar ustedes que no somos, o varón o mujer, y que no hay otra? ¿Nos van a obligar a que: a nuestros hijos se les enseñe en las escuelas que se puede elegir el "genero" (o sexo) que uno quiere tener? 

¡Tremenda mentira biológica y psicológica! ¿Ignoran que: operaciones, implantes, hormonas, afeites, etc., no logran jamás borrar de los cromosomas el sello genético: "equis y" para ellos, y "equis equis" para ellas? ¿Y que las características psicológicas correspondientes los acompañarán hasta la muerte? ¿Ustedes estudian la posibilidad de dar fuerza de ley a las uniones entre personas del mismo sexo, que es como usar un par de zapatos, los dos para el pié izquierdo, o los dos para el pie derecho? ¿En eso gastan su tiempo? ¿Esos problemas de esas minorías van a condicionar y cambiar las sanas costumbres de la familia argentina?

¿Es posible que podamos ir a la cárcel por negarnos a renunciar a nuestros más caros valores morales? ¿O es que las leyes se han convertido en un poder tan inmenso y absoluto que hacen cada día más inútil el uso del libre albedrío? Ustedes, varones y mujeres, senadores de la Nación, ¿se van a hacer responsables de tamaña felonía?

Aunque en la Cámara de Diputados esta ley ya ha sido aprobada, ustedes pueden todavía reflexionar y cambiar la historia.

Pero, sea como fuere, sepan una cosa: la familia argentina vive, late, late en el vientre de cada madre generosa y sacrificada, y en el corazón de cada varón macho y corajudo para pelearle a la vida y traer hijos al mundo, o mejor, a la Patria. Esta Patria nuestra, necesitada de gente y no de niños abortados, ni de drogas y adminículos para frenar los nacimientos, y, menos, de estas parejas estériles, que configuran la cultura de la muerte.

Señores: ustedes están hoy en Salta, tierra de gauchos intrépidos y viriles, y de mujeres femeninas y fértiles compañeras para toda la vida; aquí a cada gaucho le corresponde una china. ¡¡Se van a ir de aquí con un no grande como una casa!!

Elena D'Angelo de Marcone