Sr. Director:

Estoy estupefacto por la reciente noticia de la mujer de 67 años que se ha sometido a un tratamiento de fertilidad. La buena mujer afirma, tras hacer una declaraciones por las que ha cobrado, que era su gran ilusión, lo que siempre había querido y pide que no se la juzgue.

En fin, me gustaría dejar claro que no me gusta juzgar a nadie, que cada cual tiene su circunstancia y que cuando hacemos valoraciones sobre personas y situaciones que no conocemos de una forma profunda solemos equivocarnos. Por ejemplo, aunque no soy  en principio partidario del aborto, tampoco soy quien para juzgar a mujeres que pasan por situaciones muy difíciles y para las cuales el aborto es un mal menor que no por ser menor es menos traumático.

En este caso, sin embargo, no puedo evitar juzgar como egoísta e irresponsable a una mujer que parece no darse cuenta de que traer una criatura al mundo no es un capricho personal sino una inmensa responsabilidad y que no todo lo que nos apetece es lícito.

Desde luego, nadie tiene garantizada su inclusión en la alineación de la vida, ni siquiera por un día más, pero alguien con casi 70 años debería darse cuenta de que a su edad el riesgo de dejar a una criatura huérfana o de no poder hacerse cargo de ella en unos pocos años es demasiado alto. La brillante solución que da es que ya encontrará a un hombre más joven que se haga cargo de la criatura, aunque quizás, debería especificar a cual de las dos criaturas se refiere.

Tal vez sólo sea un ejemplo más que certifica que el único valor absoluto que alimenta esta sociedad es el egoísmo.

Iker Arteche Balciscueta

ikerarteche@gmail.com