Sr. Director:
No se puede decir más insistentemente ni por más medios distintos: España está sin un timonel que sepa dirigir nuestro destino.

 

Bochornoso debe resultar para él tanta unanimidad en la apreciación del estado en que nos encontramos. Pero Zapatero sigue: no es su objetivo el de solucionar los problemas que tenemos; su propósito es bien claro: hundirnos más en la decadencia moral, en la pérdida de virtudes de las nuevas generaciones, degradar las instituciones básicas de la sociedad, enfrentar y dividir a los españoles, romper los pactos de convivencia, negociar con terroristas, deshacer todo lo bueno que teníamos, etc.

Cada día aumentan los parados y rebasamos ya los 5 millones, incluidos, claro, los parados que hacen cursillos, aunque ellos no los cuenten. El déficit del Estado llega a una situación insostenible. Las pensiones se encuentran en un riesgo grave. La situación económica general es catastrófica. Y a él le vemos como mareado, sin saber hacia qué lado mirar, sin saber qué hacer, pronunciando incoherentes palabras para hacer titulares, pero nada más. Mientras, las Instituciones se deterioran, con su pasividad persistente y Zapatero es incapaz de poner orden en el gallinero que se le está organizando y que menoscaba el Estado de Derecho.

No es menos cierto que en el terrible empeño de obstaculizar la solución del problema del desempleo colaboran los nada representativos sindicatos verticales del régimen zapateril, ayudados de forma nada altruista por ese otro sindicato de la ceja.

Entre todos logran un estado de subvenciones que siempre favoreció a los votos del PSOE, para cuyo desarrollo se contrató al artífice del mayor subdesarrollo en España, Manuel Chávez.

Parece mentira que queden ciudadanos que todavía crean que Zapatero hace algo bueno

Pablo Delgado