Las culpas más graves son las de omisión

Parecía que iba a recitar los "20 poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda. La voz ténue, carraspeada, medio adormilada, nostálgica. Ensaladilla de nombres de la Transición y mucho autoincienso. Pero la actualidad le obliga a despertar. ¿Se arrepiente de no haber culminado la operación de fusión entre Endesa e Iberdrola? No he venido a hablar de esto, pero si me preguntan, habrá que contestar. Y responde con un mea culpa. Las culpas de omisión son las más graves.

De haber seguido adelante tendríamos una gran empresa energética con tres patas: una en España, otra en Europa y otra en Hispanoamérica. La culpa fue de él mismo y de Iñigo Oriol -presente en el desayuno- que no se atrevieron a seguir adelante por las incertidumbres de la operación. Desde el PP sin embargo, se considera que lo que hubo fue soberbia por ambas partes. La realidad es que las exigencias para la formación de Endrola eran muchas. Martín Villa reconoce que las podrían haber recurrido o bandeado, pero que ninguno de los dos quiso asumir las incertidumbres de las imprecisiones.

Desde el PP se afirma que las condiciones se podían haber negociado. O sea, lo mismo. Se podrían haber bandeado, pero siempre con la espada de Damocles de un sistema inseguro jurídicamente. Ni Martín Villa ni Oriol se atrevieron. Hoy lo lamentan. La situación sería diferente, dice D. Rodolfo. Y tan diferente.