En mi tierra natal, Asturias, a los leoneses les llamamos, seguro que injustamente, cazurros. Por cazurro, entendemos cabezotas, y no lo entendemos como la sufrida virtud de la perseverancia sino como el defecto imposible de la testarudez. En el empecinamiento no suele andar la razón.

Viene todo esto a cuento de las palabras del presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, quien por fin se decidió acudir a la zona cero del Aeropuerto de Barajas. Sé que le molesta, pero ZP es la viva imagen del cómico británico Mr. Bean, es decir, un mister Bean cazurro. Y como recuerdan los creadores del personaje: Mr Bean no es bueno, resulta incluso maligno, y puede ser muy peligroso.

Y es que Mr. Bean volvió a hablar de sus irrefrenables deseos de paz, justo cuando la inmensa mayoría de los españoles, incluidos sus votantes, le están pidiendo la ruptura con los terroristas que han asesinado a dos pobres inmigrantes ecuatorianos: cazurronería en el peor momento. Y luego, beanología: se convierte en portavoz de los deseos de paz de los españoles.

Ahora bien, el problema no es el empecinamiento de nuestro querido Mr Bean, sino su ambigüedad y su deificación de la palabra paz. En este sentido, su propia correligionaria a la que le queda dos telediarios en el Partido socialista- la eurodiputada Rosa Díez, ha denunciado, con más claridad que nadie, la gran trampa que anida en el proceso de paz, o negociación del Gobierno con la banda terrorista ETA. Mientras la derecha se empecina en circunloquios tales como El mal llamado proceso de paz, Díez ponía el dedo en la llaga en pleno Europarlamento : el problema de Euskadi no es de paz, sino de libertad.

Palabras sabias, contundentes, definitivas, que ponen el dedo en la llaga. El primer error de Mr. Bean ha sido, como siempre ocurre en los demagogos y en los orgullosos (¿quizás una reiteración?), el jaleo semántico. En efecto, llamar a la negociación con la banda proceso de paz es convertir a los terroristas en combatientes en una guerra imaginaria entre España y el País Vasco. Justo lo que ellos, a los que no se les cae de los labios el término conflicto, tanto anhelan. Y no son combatientes, sino delincuentes, no son gudaris, son terroristas, porque los soldados no se esconden cobardemente detrás de la sociedad civil para asesinar por sorpresa a quien no se puede defender. Lo de Euskal Herria no es un problema de paz, por la sencilla razón de que no hay guerra: es un problema de libertad, porque la minoría ultranacionalista tiene amedrentada al conjunto de la sociedad por medio del terror. Los vascos viven en paz, pero no son libres. 

Y toda esta confusión terminológica conduce a la ambigüedad de sus palabras en Barajas. En efecto : ¿Qué significa el derecho a vivir en paz y sin bombas de los españoles? ¿Que dentro de dos meses volverá a considerar combatientes a los etarras y que volverá a sentarse a la mesa con ellos? En esta misma edición pueden comprobar que hasta sus próximos, en especial el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, se le ha plantado. Pero nuestro Mr. Bean es cazurro, por tanto, empecinado en el error, amante del desgraciado aforismo astur-leonés: ¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas. John Fitzgerald Kennedy afirmaba: Cuanto más me equivoco, más me aplauden. Nuestro Mr. Bean va más allá: Cuanto más me silban, más insisto.

Por otra parte, con su cazurronería y su irracionalidad a lo Rowan Atkinson, nuestro pacificador ha conseguido resucitar a una ETA moribunda y a un nacionalismo prisionero de su tontísimo ideario, agotado desde su mismo nacimiento y al que le quedaba muy poco tiempo de vida porque no hay nada más cansino que la estupidez de quien no se apunta al Estado de derecho sino al tamaño del Estado.

Eulogio López