Nunca me ha gustado la frase es sólo una idea. Que yo sepa, las ideas constituyen el elemento más peligroso del universo. Pueden ser tan espléndidas como la aurora o tan mortíferas como la dinamita, pero nunca son algo baladí. El sólo asombra.

En la Convención Política del PSOE han tenido una idea: prohibir la bebida pública en la calle. Ya he dicho que progresía y puritanismo comienzan por la misma letra: por algo será. Además, después de la puritana ley antitabaco tenía que venir el alcohol, a lo que se añadirá, si algún hado bueno no lo remedia y aparta de sus funciones a la ministra de Sanidad, Elena Salgado, el ataque contra la obesidad. A doña Elena no le gustan los gordos, y es muy capaz de convertirnos a todos en vegetarianos a golpe de decreto. Yo sostengo que doña Elena es vegetariana, sobe todo si se considera su expresión lánguida, su rostro triste.

El progresismo siempre ha sido puritano, y nada sabe de la alegría de vivir, siempre ha estado de parte de la muerte. El progresismo es hijo del puritanismo, y así, cumple a la perfección el chiste del paciente que acude al doctor y éste, tras el correspondiente reconocimiento, emite su terapia:

- Debe usted dejar de beber, dejar de fumar, dejar de comer alimentos grasos, dulces y pan.

- Dígame, doctor, ¿de ese modo viviré más tiempo?

- Si vivirá más tiempo no lo sé, pero ¡se le va hacer de largo!

Pero ahora toca el vino y otras bebidas alcohólicas. Prohibir beber en la calle es una tontería. El botellón puede ser guarro y sonoro pero no es el camino hacia el alcoholismo. Ningún duelo entre vegetarianos y vividores como el mantenido durante años entre George Bernard Shaw y Cilbert K. Chesterton. No podían ser dos personajes más distintos. Como afirma uno de los biógrafos de Chesterton: ese creía que Dios había creado al hombre, mientras Shaw defendía que el hombre había creado a Dios. Y lo que es más terrible: Shaw no habría sido aceptado en la pasarela Cibeles mientras Chesterton medía dos metros llegó a pesar 140 kilos; Shaw era abstemio y Chesterton, según su enconado rival y sin embargo ferviente amigo, en todos y cada uno de los bares ve un templo de la verdadera fe católica.

Vamos con el botellón. Dice Chesterton: El dipsómano y el abstemio no sólo están equivocados los dos, sino que ambos cometen el mismo error: los dos consideran el vino como una droga y no como una bebida. Shaw respondía, como Salgado y Zapatero, que el alcohol era un veneno, pero para Chesterton veneno y medicina son cosas muy apreciadas: nadie las toma por diversión. Además, medicina y veneno se parecen en otra cosa: nadie las bebe con preferencia en público.

Lo que los progresistas-puritanos, por ejemplo, el Gobierno Zapatero, no logra distinguir entre el alcohol como medio para vivir la amistad y compartir la alegría, con el alcohol como solución contra la amargura. Los amigos practican lo primero, los alcohólicos lo segundo. Y estos, sueñan esconderse para que su vicio no les condene al desprecio ajeno.

Pero en el fondo es siempre lo mismo : que el progresismo es muy tristón. Y, encima, el progre no deja de hablar de libertad, pero lo cierto es que no hace más que recortarla en nombre de la salud y la seguridad. Y es muy, muy aburrido.

Eulogio López