Sr. Director:

Un libro que ha vendido millones de ejemplares en poco tiempo. Algo inhumano, diabólico, en donde el bien es miserablemente despojado de sus galas, y el mal se esconde pérfidamente bajo apariencias nobles, hipócritamente nobles. La pólvora de un pretendido Código Da Vinci se ha esparcido por todas partes, en todas las lenguas que interesa y está a punto de estallar en las salas de muchísimos cines del planeta.

Se ha dicho tanto Muchos lo han descodificado, pero parece misteriosamente condenado al éxito, como un monstruo al que cada golpe que recibe le da más vigor. Lo único que preocupa es que seamos tan poco sensatos para creernos todo lo que se allí se dice.

El autor intenta destruir e ignorar los anales de la historia, la realidad que vivimos, la cultura; difunde absurdos artísticos, geográficos, religiosos, y encima al inicio de la obra nos asegura con toda su pluma, que todos los datos que se dan en el libro son rigurosamente ciertos. Esta afirmación que aparece al inicio de las primeras ediciones, la primera mentira de la obra, es como la dedicatoria del libro o su inspiración

Una de las tesis que proclama es que los vencedores han hecho la historia, por lo cual, todo ha sido falso, inventado por la Iglesia, (según él, fundada por Constantino). Si quisiera ir más adelante en su reflexión sobre la historia, se daría cuenta de que él mismo cae bajo su navaja historicista, al proponernos la historia verdadera. Lo que no está claro es si se considera un perdedor que cuenta lo que en realidad pasó, o si es más bien un perdido que ya se considera vencedor para rehacer la historia. Al fin y al cabo, su historia caerá.

Apelo a la sensatez, señores. Es una obra que diabólicamente (como un eco de aquel seréis como dioses) excita la curiosidad y juega cobardemente con ella. Si añadimos ingenuidad e ignorancia de nuestra parte, tenemos los ingredientes perfectos para cocinar el desconcierto, la duda y la desconfianza. Nadie impedirá que acudamos ese día a las salas de los cines. Únicamente tengamos presente que si queremos conocer la historia de la humanidad, nuestro pasado, el patrimonio que hemos recibido, ciertamente, allí no lo encontraremos. Si queremos vencer la Bestia que se oculta, en vez de darle palos para que nos azote, ignorémosla; que muera de hambre, no hay ningún otro método. ¿Pagar por ser confundido? ¿Regalarle Oscares y fama? Que lo merezca. Y si alguno cree en Jesús, Hijo de Dios, no pague para verle más ofendido, ultrajado.

Seamos coherentes y cautos. Me pregunto por qué no ha hecho una obra similar, otra caricatura literaria tomando como víctima a Mahoma, en lugar de Jesucristo. Una de dos: o sabe que no estaría para contar sus éxitos, si alguien se atreve a publicarlos y llevarlos al cine, o cree firmemente que Jesucristo es Dios y no le conviene que la gente siga creyendo esto.

¿Nos impondrá su historia? ¿Aceptaremos ser vencidos por la curiosidad de ver cómo se ofende con mentira y se destruye la creencia de mucha gente? Esto es más que la obra de un hombre. Es algo serio

Rogelio Naranjo

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