Viernes 30 de noviembre, 7 de la tarde, madrileño Paseo del Prado, frente a la horrible mole del Ministerio de Sanidad. Ya no se sabe exactamente quién, pero se ha organizado una manifestación en defensa del no nacido, al rebufo del caso Ginemedex, es decir, cuando la Justicia no ha tenido más remedio que ejercer de tal, ante el fraude de ley permanente en el que todo el mundo mira hacia otro lado. Hay poca gente, por lo que ya he dicho otras veces: Por defender la vida no te dan ningún premio. Es más, estás en la marginalidad. No se me ocurre ni una sola razón, ni una sola, por la que a alguien le pueda resultar rentable defender al nasciturus. Es, probablemente, la batalla más ingrata de todas. Nada que ver con el cambio climático, la liberación de la mujer, los derechos de los gays, la paz en el mundo, la reforma educativa y los derechos de los pueblos.         

El maestro de ceremonias es Jesús Poveda que salva con su alegría una convocatoria que merecía algo más, quizás mucho más. Somos pocos, pero se hace lo que se puede y la causa lo merece. Alguien coge el micrófono para recordar que la mujer actual, ésa presuntamente liberada gracias a la píldora y al aborto, tiene miedo a decir en el trabajo que se ha quedado embarazada. No digamos nada si no es la primera vez. Sí, la mujer ha salido del hogar para entrar en la empresa, pero la empresa no está dispuesta a compartir nada con su intimidad: lo exige todo cambio de un salario, no siempre espléndido. Libertad, pero dentro de un orden.

Una mujer recuerda que tras unos fines de semana de noche loca, en Madrid, no en Sodoma ni en Gomorra, el segundo principio activo más venido -o regalado, por el alcalde Gallardón, sin ir más lejos- es la píldora del día después, esa que nunca es abortiva... salvo que te hayas quedado embarazada el día anterior. En resumen, que aquella joven nos explicó por qué la vida humana se cotiza tan baja en el mercado secundario de la existencia: se cotiza a la baja porque falta amor, entrega, porque el sexo se ha trivializado. ¿Qué hacen dos mocosos de 14 años fornicando el sábado noche? Pues aumentar el beneficio de Laboratorios Schering, que otra cosa no se me alcanza.

Todo marchaba, pues, estupendamente, Pero de repente un grupo se abre camino entre los reunidos. Ya se vislumbra un cambio: no parecen muy dichosos, los muchachos, y la expresión oscila entre la agresividad y la estupidez. Poveda, viejo zorro, no les hace ni caso y continúa a lo suyo. Pero los de la cara trise ya han comenzado su numerito: despliegan bandera del Frente Nacional, un grupo de extrema derecha cuyo ideario me niego a definir porque las cabezas huecas de sus componentes tampoco son capaces de hacerlo.

Muchos de los reunidos se dirigen a ellos para pedirles que no desplieguen banderas partidistas, porque aquello va de otra cosa, pero sólo sirve para que incordien más. A mi lado, hay un jovencito con pinta de oligofrénico y el rostro escondido bajo un par de docenas de anillos que atraviesan nariz, labios, lengua, oreja... Eso sin contar los que no veo, aquellas piezas de metal que sin duda se le han introducido en el cerebro de forma subrepticia, para llevar allí una cómoda existencia, ante la parálisis ambiental. El energúmeno agita su enorme bandera, que peina la cabeza de los asistentes, aunque es la suya la única que necesita orearse.

Alguno de los manifestantes explica a la policía que tan amablemente el ministro Rubalcaba ha enviado al acto, que estos tipos nada tienen que ver con la concentración, pero eso sólo sirve para que los tarados jueguen a héroes.  

Además, los ultranecios siempre van acompañados de histéricas. No me preguntan por qué, pero es una ley inexorable. Son las histéricas y un viejo armado de un sonotone que emite horrísonos graznidos, mezcla de cuervo y grajo, los que se sitúan como barrera ante las fuerzas del orden y las banderas negras. Es sabido que la policía no arrea a mujeres y ancianos, salvo que resulte imprescindible. Además, unos metros más allá están los verdaderos provida. Muchos de ellos con sus hijos pequeños.  

Naturalmente, un fotógrafo -fugaz y huidizo, porque la progresía tiende a creerse sus propias leyendas- inmortaliza la imagen: no la imagen del provida animando a luchar por los más débiles, sino de los energúmenos del Frente Nacional, porque en periodismo funcionamos según principios de lógica inversa: primero se decide la conclusión y luego se buscan las premisas necesarias para llegar hasta ella.  

Los del Frente Nacional no son ultraderechistas, son ultramajaderos y ultranecios, pinchauvas, tuercebotas, capullos. Son el Frente Nacional con cabeza de orinal. Son la coartada de El País y de El Mundo para calumniar al último movimiento romántico que queda en el mundo: el movimiento en favor del más inocente, del más desvalido: el concebido y aún no nacido.

Eulogio López

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