El próximo domingo 8 es Pentecostés, lo cual me viene al pelo para hablar del Espíritu Santo y de la última moda neoyorquina: las bodas negras, con tartas negras e invertidas… con perdón.

¿Qué es una boda negra Cosa fácil: se trata de celebrar y por todo lo alto, viva el lujo y quien lo trujo, el divorcio de una pareja. Se festeja, a todo tren, la liberación del pesado yugo del matrimonio. Es el anticompromiso, el antivoto, el antitodo. Él y ella se ven liberados de las cadenas y, por pura casualidad, lo celebrarán con una tarta negra -supongo que de chocolate sin leche- y, a ser posible, invertida. Sí, invertida, aunque desconozco cómo la cúspide pequeña sostiene a la base grande… pero seguro que algún proveedor del lobby gay ya ha atentado el mecanismo necesario. Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad.
Hemos dejado atrás el relativismo. Ahora, el signo de nuestro tiempo es la blasfemia contra el Espíritu Santo, fin de etapa
Hemos pasado de la modernidad a la posmodernidad. En la modernidad imperaba el relativismo, que creíamos última etapa del viaje. Ni mucho menos. El relativismo consiste en afirmar que nada es verdad ni nada es mentira, todo depende de cómo se mire. Y el relativismo era grave, claro, pero ahora damos un paso más: estamos en la postmodernidad y hemos llegado a la blasfemia contra el Espíritu Santo, que es, insisto, un paso más y mucho me temo que, ésta, además, sí es estación fin de línea. La blasfemia contra el Espíritu Santo, es el pecado que no se perdonará en este siglo ni en el venidero. ¿Por qué Pues por las palabras evangélicas anteriores a esa misma sentencia. No se trata de una irreverencia contra la tercera persona de la Santísima Trinidad. Llega cuando los fariseos aseveran que Cristo expulsa al demonio por el poder de los demonios. En resumen, la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste en llamar Dios a Satán y Satán a Dios. Para entendernos, consiste en decir que lo bueno es malo y lo malo bueno, es la mayor inversión -con perdón- moral que pueda realizarse. Por eso no se puede perdonar, porque la bajeza ha sido entronizada, la verdad es declarada herética y la crueldad una de las bellas artes. En el relativismo no distinguía el bien del mal. Ahora sí: el mal es el bien y el bien es el mal.

Y claro, esto no es perdonable, salvo que el aquejado por esta considerable enfermedad no cambie. Ni Dios puede perdonar a quien se arrepiente del bien y se jacta del mal. Por razones obvias.

Verbigracia: en la modernidad, los progres pedían el divorcio pero no se les ocurría decir que el compromiso de un hombre con una mujer, el voto que mantenía en pié a la humanidad era algo abyecto. No, los modernistas decían que era algo de suyo bueno, pero si no habían sabido mantener el compromiso o si no se sabe qué, había que dar una salida al fracaso, salida llamada divorcio. Ahora, en la postmodernidad, se trata de festejar el fracaso porque lo malo no es el divorcio, sino el matrimonio mismo. Por eso no hay tarta blanca sino negra. Y a ser posible invertida. Do you understand

Es el signo de nuestro tiempo, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Así no es de extrañar que el principal objetivo de Satán sea ahora la Eucaristía. Ya saben: lo mejor debe ser convertido en lo peor.

Y sí, la blasfemia contra el Espíritu Santo es más peligrosa, mucho más, que el relativismo. De hecho, es el mundo al revés. O el hombre al revés. Y a mí cuando me ponen del revés se me baja la sangre a la cabeza. El próximo domingo, piénselo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com