En Ucrania conviven los nostálgicos, no de Putin sino del viejo régimen soviético, con aquellos que quieren unirse a la Unión Europea (¡pobres, no saben lo que les espera!), porque ansían ser europeos y librarse del yugo de Moscú.

Lo lógico sería que Ucrania se uniera a la Unión Europea, eso sí le haría daño a Putin. Además, Ucrania es un país de tradición cristiana (y católica).

Ocurre que la Unión Europea se lo está poniendo difícil con sus condiciones de acceso, como a todos los aspirantes, con sus draconianas políticas de ajuste y porque, en plata, los europeos nos hemos vuelto egoístas y nos negamos a apoyar a las antiguas economías procedentes del comunismo. Un dato: Polonia, un país hermano de Ucrania, ha paralizado su entrada en el euro. No me extraña nada.

Además, Ucrania vive del gas Soviético. Si se lo cortan le dejan fría... en todos los sentidos. Pero la clave está en Bruselas. Mejor, en Berlín.

Si la Unión Europea sigue olvidándose de la solidaridad entre ricos y pobres, así como de los principios cristianos que inspiraron su nacimiento, no habrá una Europa Unida. Por ahora, gracias en especial, a los alemanes, caminamos en la dirección contraria.

Eulogio López

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