Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad, se va a enfrentar a Tomás Gómez en unas elecciones primarias para elegir al candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid.

Bien por el PSOE: no es que lo hayan deseado sino que se han visto abocados a ello por el enfrentamiento entre Zapatero y el presidente de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, pero lo cierto es que en unas primarias es donde se habla de ideas, mucho más que unas elecciones generales donde los líderes son presa de lo políticamente correcto.

Y se sabe que el verdadero enemigo de un político no suele estar delante, en el partido adversario, sino al lado, en sus propias filas. Y el peor de todos los enemigos es el que está justamente detrás. El PP debería tomar ejemplo. Lo mejor: las primarias. Así dejarían de hablar de sus intereses y hablarían de política, que no es mal asunto.

Dicho esto, sorprendido me he quedado con la reacción de la cadena COPE, precisamente de la COPE. La noticia se conocía a primera hora de la mañana del lunes, y la reacción de sus tertulianos fue la de soltar un ditirambo tras otro a la nefasta señora que ocupa la cartera de Sanidad:

Mujer de sonrisa fácil, lo cual, supongo, es un grandísimo piropo, aunque yo más bien la calificaría como mujer de gatillo fácil: su entusiasta apoyo a la nueva ley del aborto la convierte en un pistolero de sonrisa fácil, como Billy el niño.

Otro aportador de la misma cadena radiofónica aseguraba que en el Ministerio de Sanidad sobre todo con la gripe A, se ha asegurado un imagen de cierta altura de Estado. Genial. A cualquier ministro menos superficial que a doña Trinidad, la gestión de la gripe A le habría llevado a presentar la dimisión irrevocable, aunque sólo sea por el inusitadio alarmismo social creado por la estadista.  Una enfermedad que provocó más reuniones y ruedas de prensa que pacientes, que provocó una injustificada alarma social que, en el caso español, supuso el derroche de pagar la adquisición de millones de vacunas que no se sabía si curaban la gripe y que no se han utilizado pero que, en cualquier caso, no han servido sino para que se forren las multinacionales farmacéuticas y para poner patas arriba la gestión de la medicina preventiva y la atención en los centros de salud... es lo que según la COPE ha proporcionado a Trini altura de estadista. Más grande será la caída desde esas alturas de onerosa demagogia.

Más. Otra avispada opinadora nos asegura que Jiménez ha demostrado capacidad de gestión. Por ejemplo, al cargarse el derecho a la objeción de conciencia, base del resto de derechos, obligando a los farmacéuticos españoles a dispensar la Píldora del Día Después (PDD) -abortiva- a las adolescentes.

Por no hablar del aldabonzado dado a los pequeños bares y cafeterías, es decir, al autónomo y pequeño propietario, por su obesisión de prohibir el tabaco en todos los lugares publicos. Por ahora no se le ha ocurrido prohirlo en los parques, pero estamos en ello.
Por no hablar de su apoyo decidido a obligarnos a alimentarnos como la buena señora desea, supongo que según las indicaciones de su dietista. Jiménez incluso ha apoyado los aberrantes fallos judiciales que privan a algunos padres de la patria potestad de sus hijos por el hecho de que están más gordos que los cánones al uso.
Doña Trinidad Jiménez compite en frivolidad con dos compañeras del Ejecutivo. Por una parte, la sutil pensadora, y ser vivo, Bibiana Aído y la ambiciosa Carme Chacón, que sólo aspira a ser la primera mujer presidenta del Gobierno de España, de una España en la que no cree (¡lo que le cuesta pronunciar la palabra España!), a costa de destrozar a las Fuerzas Armadas y de ocultar la guerra que libran los soldados españoles en países como Afganistán.

Pero creo que Trinidad Jiménez se lleva la palma de oro. Es la mujer más frívola de todo el Gabinete Zapatero (No, Teresa Fernández de la Vega no es frívola: puede ser una víbora venenosa pero no tiene nada de superficial. Sus mordeduras siempre son profundas). Jiménez es frívola y sectaria. Ideológicamente, Jiménez es un calco de su tío, Carlos Jiménez Villarejo, el famoso fiscal anticorrupción que ha resucitado la guerra civil en defensa de Baltasar Garzón. Su sobrina sonríe más, ciertamente, pero a mí me recuerda la demagógica sonrisa del cocodrilo.

Cuidado con los elogios, muchachos de la COPE, porque la alabanza puede esclavizar a quien la formula y confundir a quien la escucha. Desde luego, si fuera socialista optaría por Gómez. Al menos, él cree en el socialismo. Jiménez sólo cree en su carrera política.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com