A las 22:50 horas del martes 1, Juan Pablo II era ingresado en el Policlínico Gemelli, un centro sanitario romano que posee un amplio historial del pontífice. Una inflamación aguda de la laringe le impedía hablar y le dificultaba enormemente la respiración. En principio, convenientemente medicado, el Papa puede sobrevivir... salvo que el asunto degenere en neumonía o se produzca un paro cardíaco. Son muchos años y una bala en el intestino que ha marcado toda su vejez y ha debilitado un organismo vigoroso.

Pueden creerme, hay mucha más gente de la que parece esperando la muerte del Papa, incluso algunos deseándola, y no todos en la periferia de la Iglesia. Y hay otros muchos que tememos la muerte de este pontífice, sabio y santo, un verdadero regalo para los cristianos. Más que logros mensurables que, sin duda, los ha tenido- podríamos decir que Juan Pablo II se ha dedicado a aclarar cosas, conceptos, doctrinas. El gran mérito de su Pontificado consiste en poner a cada cual ante sus propias responsabilidades. Tras la etapa Juan Pablo II podrá suceder todo o nada, pero nadie podrá alegar ignorancia sobre lo que exige la vocación cristiana. Karol Wojtyla ha sido el gran clarificador en una época de máxima confusión. De hecho, el discurso cultural imperante, es decir, el imperialismo demográfico, ideológicamente capitalista y especulativo, se ha esforzado en oscurecer su labor precisamente ahí: sembrando la confusión. Con Juan Pablo II el progresismo no quiere eliminar a la Iglesia, sino que pretende conquistarla. No desea atacarla, lo que quiere es decir que el verdadero código de la Iglesia es otro : el suyo. Nunca se había hablado tanto de moral en los medios informativos como en el periodo transcurrido desde 1978 (en que fue elegido Papa) hasta la actualidad. Y el asunto no tiene trazas de terminar.

Los que rezan y saben consideraban que la inmediata proclamación del quinto dogma mariano iba a romper el fuego de la gran batalla, que la masonería clerical (supongo que todo el mundo sabe su existencia, ¿verdad?) iba a lanzar contra un Papa que, en su elegante opinión, está viviendo demasiado.

El rumor habla de que mayo es el mes elegido por el Papa para proclamar el Dogma de María Corredentora, que se uniría a los cuatro títulos anteriores con esa categoría: María Madre Dios, María Virgen y Madre y María Concebida sin Mancha Original. La disculpa, siempre una disculpa, para oponerse a tan lógica proclamación, sería el ecumenismo. ¿Qué van a decir los protestantes, nuestros queridísimos hermanos separados, que no reconocen la maternidad divina de María? La Pasión de Cristo, de Mel Gibson, otra obra que no agrada al mundo anglosajón dominante, preferentemente protestante, aunque aún más preferentemente tibio, otorga una importancia básica al papel corredentor de la Virgen, incluso más allá de la literalidad evangélica. A Mel Gibson se le acusó  de antisemita y a Juan Pablo II se le acusará de echar por tierra el ecumenismo y la unidad de los cristianos. 

Y no crean ustedes que el dogma de María Corredentora se le ha ocurrido al Papa en una tarde de asueto. El padre Enrique Llamas, presidente de la Sociedad Mariológica y catedrático de la Universidad Pontifica de Salamanca, afirma que todo el sustrato teológico para poder definir esa verdad está resuelto desde el siglo XVII.

Además, no olvidemos que la teología centroeuropea es la que marca la pauta ahora, y los centroeuropeos siempre han sido minimalistas en el amor a la Virgen, a la que prefieren mantener en un segundo plano de la doctrina. Por contra, la teología, y lo que es más importante, la religión española, siempre ha sido mariana, que, no en vano, Juan Pablo II ha calificado a España como la tierra de María.

En resumen, la masonería clerical intentará por todas las vías que el Papa no declare el quinto dogma de la Virgen. Con un Papa en el hospital, su tarea puede resultar más sencilla. En cualquier caso, los que rezan saben que este dogma será el que rompa los diques y provoque el comienzo del baile. Toda la humanidad bailará en esa danza, pero la discoteca serán los muros internos de la Iglesia.

Por eso, es tan importante que Juan Pablo II se restablezca. Ahora mismo, muchas cosas dependen de ello.

Eulogio López