No son ministros, sino situaciones habitacionales, no es un trasvase, es una reconducción temporal de agua; no es crisis, es una "situación de dificultad económica". No se pierdan la última de la vicepresidenta Teresa Fernández de la Vega, que de tanto practicar el solecismo puede acabar en el lenguaje cantinflesco que identificara a Felipe González y, cada día más a ZP.

Pero el mal del eufemismo no radica en la retórica, sino en la dialéctica. Lo peor no es la cursilería sino el pensamiento débil que de él se deriva. Por ejemplo, como su protegida, Bibiana Aído, se ha metido en otro charco –esta chica no para- a cuenta del velo islámico, su protectora ha corrido, presta, a sacarle del lodo. Quizás lo haya conseguido, pero sólo a costa de enfangarse ella.

Pues bien, dice De La Vega, tan amante del eufemismo como de la tautología, que el Gobierno practica el "respeto a las tradiciones culturales, siempre y cuando sean respetuosas con nuestras leyes".

Y así entramos en lo más grave, en el eufemismo dialéctico, por la vía de las "tradiciones culturales". Son culturales porque nos tradiciones, que no necesitaba ningún apellido, pero estas progres son tan cuidadosas que necesitan especificar, no vaya a ser que alguien hable de tradiciones religiosas, la primera forma  de cultura y cultivo.

Por ejemplo, en España, en todo Occidente, estamos creando una tradición cultural consistente en que las señoras pongan a la vista de todos bragas y sujetadores.

Un viaje en metro les demostrará que no exagero nada. Si el Gobierno la cogiera con el pañuelo islámico, nos encontraríamos con una cuestión singular: no se podría exhibir el pañuelo que cubre el cabello pero sí las prendas íntimas que no les digo lo que cubren porque he sido educado en colegio de pago.

Seguramente, se tata de una tradición cultural no penada por nuestras leyes. Tradición un poco guarrita pero de lo más legal.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com