Jorge Fernández Díaz, diputado del Partido Popular, es uno de los pocos de este partido de derecha pagana a los que automáticamente se asigna el apellido católico.

Para los alegres chicos de la progresía, un ultracatólico es aquel católico que cree en Cristo, gente ciertamente extraña. Decía que JFD ha medio-censurado al obispo Martínez Camino por su advertencia de que se debe negar la comunión a aquellos políticos que voten a favor de la ley de aborto. El vicepresidente del Congreso ha sido caritativo con el obispo: asegura que él lo habría explicado de otra forma pero que seguramente los católicos le entenderán.

No se preocupe don Jorge: los católicos, incluido usted, le han entendido perfectamente bien. Precisamente, monseñor Camino utilizó una terminología novedosa para explicar el asunto: habló de pecado público, es decir, aquel que provoca escándalo y confusión en los fieles y contribuye a la confusión de la parroquia -nunca mejor dicho-. Verbigracia, un diputado, referente social, que apoya con su voto una ley homicida.

Si don Jorge, los católicos le han entendido muy bien, usted también. Y lo que usted teme es lo que critica la izquierda. Porque la única pega que se le puede poner a un obispo que dice lo que dijo Camino en el CEU es que no lo haya dicho antes. Esta mañana de viernes he hablado con socialistas y toda su queja es ésta: con esto, la Iglesia apoya al PP, porque la nueva ley, la que hay que votar, es la ley que critica la derecha, mientras aprueban la vigente, la de 1985. Y en su endemoniado razonar, tienen razón.

En otras palabras, tan culpable es el socialista que vota sí a la homicida ley Aído como el presidente del PP, Mariano Rajoy, a quien don JFD está tan ligado, cuando asegura que hay que dejar la ley de 1985 como está. Es decir, hay que mantener una estructura que ha legalizado y promovido el asesinato de 115.000 inocentes e indefensos al año.

Dicho de otra forma, la doctrina de la Iglesia no excomulga -me rectifico: aconseja negar la comunión, que no es lo mismo- a los diputados del PSOE, sino a todo aquel diputado del PP que mantenga la postura de Mariano Rajoy, Dolores de Cospedal, Alberto Ruiz-Gallardón, etc., de crítica acerba a la ley de 2009 pero mantengan la defensa de la ley de 1985.

Por la misma, debería condenar a otros políticos del PP, como Esperanza Aguirre o Francisco Camps -y también al expedidor de PDD, Gallardón, que entra en todos los boletos- que financian con dinero público la perpetración de infanticidios en sus ámbitos de Gobierno.

Así que no se preocupe don Jorge: a Camino le hemos entendido todo casi todos. A lo mejor el problema es ese: que se le ha entendido hasta lo que no ha dicho. Y si los acontecimientos siguen la línea lógica marcada por este obispo, el problema es que muchos diputados del PP se vean obligados a dejar de jugar con las palabras y los hechos y tengan que elegir entre renunciar a sus suculentos salarios o a su militancia católica.

Además, si no les pide tanto. Lo que se les pide a los políticos cristianos es coherencia, al menos la coherencia del voto y la palabra. En definitiva, yo me contentaría con que un día después de que su líder, el frívolo de Pontevedra, asegurara esa chorrada de que la ley de 1985 no se debe tocar porque el TC la considera constitucional o porque hay consenso social en la materia, el tal diputado católico dijera que no, que está en contra del proyecto de 2009 y del texto de 1985, por lo menos a partes iguales. Es decir, que contradijera a su jefe de filas. Lo malo es que no lo hacen.

No se apure don Jorge: Camino está siendo malinterpretado... precisamente porque todos le hemos entendido. ¡Lo bien que habla este muchacho!  

Eulogio López

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