Sr. Director:
Mi amigo Ramón me hace un comentario en el que me insta a escribir algo que no sea política.

Como yo no tengo talento para inventarme una historia y contarla de forma que sea creíble y, por otra parte quiero complacer a mi amigo, editor del blog El Desván del Poeta, contaré algo que me haya sucedido a mí o que me hayan contado; lo primero que contaré será algo que me sucedió y que ya publique en febrero de 2007, para que vea mi amigo que no siempre escribo de política. 

La cosa fue como sigue: llevaba a mis nietos al colegio,  mi nieto Juan, 6 años, mi nieta Elena 4 años. Elena, es una charlatana incansable y una preguntona, de pronto, cambió el giro de su charla y me preguntó:

- Abuelo, ¿Dios existe? Es que yo no lo veo.

Estaba yo pensando que contestarle cuando en ese momento nos adelantó una furgoneta (yo conduzco despacio) y Juan le dijo:

- ¿Ves esa furgoneta? ¿A que no ves al conductor? Pues Dios es como el conductor de la furgoneta, existe, aunque no lo veamos, porque todo funciona. Además, cuando la abuela estaba mala le pedíamos a Dios que la curara. ¿Cómo le vamos a pedir cosas si no existe? No somos tontos.

Hasta llegar al colegio, hablamos sólo de este tema, pero aquí, no me atrevo hacer ningún comentario, sólo a decir mi oración preferida: Dios ¿te has fijado qué nietos más buenos tenemos? Sigue ayudándonos para que siempre sean así.

La siguiente historia me la ha contado persona de toda credibilidad.

En un colegio concertado religioso, dos niños entre 6 y 7 años discutían con tanto ardor que a punto estaban de llegar a las manos, intervino la profesora poniendo paz entre los chicos, al preguntar el motivo de la refriega uno de ellos se explicó.

-Es que este chico me llama tonto y, el tonto es él, porque él dice que no hay Dios porque él no lo ve, y que si no lo ve pues es que no existe.

La profesora preguntó al niño.

-Y tu ¿qué dices? Dios, existe o no existe, porque tú tampoco lo ves, y si no lo ves

-Pues claro que existe (interrumpió el niño) no había de existir, si Dios es como los pedos, que no se ven, pero se notan.

Al decir esto el niño se tocó con los dedos de su mano derecha la nariz.

Todos los chicos soltaron la carcajada y la profesora  tuvo que hacer grandes esfuerzos para no reírse, cuando pudo hablar le pidió al chico que fuera con ella y que le explicara donde notaba él la existencia de Dios. La profesora me confió que fue la mejor lección de teología que jamás había recibido.

A mí esto me recuerda ese pasaje del Evangelio en que Jesús ora diciendo Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.

Y yo pido: Señor quiero ser tan sencillo como un niño.   

Juan Escribano Valero

juan_e_valero@hotmail.com