Sr. Director:

Estimada Miriam, acabo de leer su interesante artículo sobre la deuda con que Telefónica comienza el "curso". Como empleado de la misma, reparo en el detalle de que para sanear esa deuda la empresa prefiere atacar los gastos antes que vender activos.

Nada que objetar, en principio, hasta que nos encontramos con una especie de sentencia final que reproduzco más adelante.
Debería precisar que aunque soy trabajador de Telefónica desde hace 33 años el próximo 1 de abril dejaré de serlo y pasaré a engrosar la larga, muy larga lista, de personas desvinculadas de esta compañía desde que allá por 1995, si no recuerdo mal, se comenzaran los ajustes de plantilla. Estos han adoptado a lo largo de los años diversas fórmulas pero desde 1999 son siempre la misma: Expedientes de regulación de empleo.

a entonces y durante el año 2000 casi 11000 personas abandonaron Telefónica. Luego, en el periodo 2003-2007 lo hicieron poco más de 13.000 (de un número posible de 15.000) y ahora, desde julio del pasado año hasta diciembre de 2013, se han ido, se van o nos iremos un total de 6830 trabajadores. Y sin embargo, la incertidumbre de la plantilla restante, apenas 21000 personas sin contar a l@s compañer@s de TME (Móviles), cerca de 4000, es grande. Mucho.

Y es que, desde 1999 (incluso antes), Telefónica siempre ha sostenido que la salida (voluntaria, universal y no discriminatoria) de sus emplead@s aseguraba la empleabilidad del resto. Es obvio que a estas alturas el argumento provocaría la risa de no ser un tema muy pero que muy serio máxime en el escenario actual de crisis con millones de ciudadanos y de ciudadanas en paro o situación precaria, súbditos de los mercados y acogotados por las deudas (pública y/ o privada).

Por eso, cuando en su artículo se lee: "Telefónica de España (..) ha heredado una plantilla muy difícil de asumir para las próximas fechas" me asaltan dos preguntas.
¿Por qué semejante afirmación? ¿Tiene en su opinión visos de realidad un nuevo ajuste a partir de 2014 coincidiendo con el fin de la vigencia del actual ERE y Convenio Colectivo? Pero por otra parte, ¿acaso alguien se imagina una sociedad sin telecomunicaciones? Obviamente no.

Ahora no dispongo de los datos pero recuerdo, por ejemplo, que durante las negociaciones con la representación sindical en el otoño de 2001 para la segregación de las áreas de Logística e Inmobiliario, algún representante de la compañía indicaba como el departamento de Operaciones "ocupaba" vía empresas colaboradoras (contratas) a alrededor de 13.000 personas, un número sensiblemente superior al que por aquel entonces tenía nómina en Telefónica en dicha área. Por cierto la segregación no se llevó a cabo por la falta de acuerdo conforme a las reglas del artículo 44 del Estatuto de los Trabajadores (sucesión de empresas) si bien, muy pocos meses después, en el marco del nuevo convenio colectivo, se inició el cierre paulatino de la mayoría de los almacenes provinciales y nodales que Telefónica tenía en todas y cada una de las provincias españolas. ¿Desaparecía acaso la actividad de transporte, distribución, de los útiles necesarios a la planta telefónica? En absoluto. Lo que se hacía, no era algo nuevo, no era sino "sacar" fuera actividades hasta ese momento propias.

Telefónica tradicionalmente ha acometido su actividad con recursos propios así como mediante el concurso de otras empresas (las contratas) con nombres propios como Radiotronica, Dragados, Abengoa, Avanzit, Sintel...que operaron tanto en la instalación de redes como de equipos (Standar, Alcatel..).

Pero al mismo tiempo o sobre todo desde 1991, más o menos, se ha procedido a la externalización (outsourcing) de tareas muy típicas de este fenómeno empresarial: nóminas, atención al colectivo de personal que ha salido de la empresa, prevención, gestión parque de vehículos...

Telefónica siempre que aborda procesos de negociación colectiva diversa (no sólo un convenio colectivo sino también, por ejemplo, la disolución de la ITP, la desaparición de la empresa colaboradora a cambio de una póliza o seguro médico, los ajustes de empleo ya citados, o la integración en 2006 de las plantillas de T Data y Terra, etc) argumenta que no puede competir o le es especialmente difícil hacerlo con otras operadoras dado que su volumen de empleo es muy superior al de estas (Orange, Vodafone, Yoigo...)

Pero ¿y la calidad del servicio? Y, sobre todo, ¿y la función social de un sector vital en toda sociedad que se precie de avanzada? El empleo es una riqueza en si misma de valor incalculable. No se trata de que las empresas sean ONG`s (ni siquiera las y los trabajadores lo queremos) pero cuando se habla, a veces hasta la obscenidad, de la responsabilidad social de las empresas nos olvidamos que el primer ejemplo de esa RSC es el trabajo y su sostenibilidad.

Cuando empresas como Telefónica acogen apellidos ilustres que comprenden todo el espectro político alcanzando incluso a la Casa Real y carga a cuenta unos emolumentos multimillonarios a cambio de no se sabe qué en la mayoría de los casos, alguien debería reivindicar el papel de motor y de solidaridad de las grandes empresas. Es curioso que ni siquiera los sindicatos (o los reconocidos ampliamente por el sistema) tengan en su discurso ideas como ésta que, desde la racionalidad sin duda, han de ser viables.

Puede que algún día, Miriam, las empresas, con independencia de su tamaño, alcancen facturaciones extraordinarias retribuyendo a sus accionistas con jugosos dividendos. Al tiempo habrá una marea de desgraciadas y desgraciados sin capacidad de consumo pululando en las calles; famélica legión. Quizás tengan un móvil en el bolsillo pero será de tarjeta y ésta apenas tendrá saldo.

Espero no haberme extendido mucho aunque si tuviera más tiempo y algunos datos le aseguro que el correo se extendería mucho más. Por eso agradezco si ha llegado hasta aquí y la animo a explorar esa reflexión.

Julián Rumbero Castro