Sr. Director:
La venta ambulante se dispara mientras que la rotulada y tributaria sigue anclada en el número inmerso.

 

Pasear por callejuelas esquinadas y no encontrar de improviso negocios provistos de mercancía pirateada ya es impropio. Material que incluso en primicia tientan a compradores de tiendas a acceder y ceder al clandestino mercado de ocasión. El precio decisivo e inverosímil disuade cada vez más al honor de compra ya que la posibilidad por conseguir el preciado original está a la medida de lo inadmisible.

Música, cine y moda quedan retratados en sus versiones más frikis", pero asequibles para la marabunta económica, por estos manteadores de productos falsificados. La playa de hoy en día, entre morenos pateadores de patera ofreciendo accesorios accesibles, que de lejos dan el pego y de cerca se despegan, y orientales blanquecinas mostrando el principio de sus finales felices mediante ligeras y sumisas sonrisas intencionadas por masajear bolsillos en espaldas, representa la actual situación mercantil que nos atañe y acecha.

Buscadores de billetes arrugados entre arenas movedizas que por persistencia y apariencia van rellenando minuciosamente sus ahorros en recovecos misteriosos. Mientras, la patrulla que en bermudas se pasea con aparentes lentes de sol confiscadas pedalea sus gemelos en parejas más pendientes del top-less que del top manta.

A todo esto, las tostaderas siguen crujiendo al mercado del séptimo arte y musical, entre otros, y los buscadores sin papeles empiezan a demandar su impropia reforma laboral. Esto sólo puede pasar en las playas que fronterizan con la paella y la sangría. La paella por el mango y a pie de arena de las playas Stop Manta

Óscar Molero Espinosa