Sr. Director:
Siempre he creído que hay dos tipos de homosexualidad: la congénita -aunque he leído que no hay acuerdo entre los científicos sobre su veracidad- y la adquirida, generalmente producida por una vida sexual desordenada.

 

Parece que se abre paso una tercera vía: la fijación del Gobierno por crear un nuevo modelo de humanidad, con su política educativa que, como un tsunami, pretende arrasar el ser natural de las personas y hasta su propia estimación. Una amiga me ha contado que a la vuelta del colegio, su hijo, de 10 años, le preguntó si creía que él era homosexual; ella le respondió ¿por qué me preguntas eso?; el chico le dijo es que a mí me gusta jugar con los chicos al fútbol, a correr, a pelear.

La madre le aclaró que eso es lo normal a su edad, que en un futuro próximo comenzará a percibir que va creciendo su interés por las chicas, y algo después, tal vez, descubra su interés por una sola chica, y entonces caerá en la cuenta de que se ha enamorado.

¿Qué clase de educación sexual están recibiendo nuestras jóvenes generaciones? ¿Por qué se empeñan nuestros gobernantes en marear con guías y enseñanzas que conducen a un niño a plantearse si es homosexual porque le gusta jugar con los otros chicos?

Tengo la esperanza de que por el bien de las futuras generaciones este estado de cosas dure poco.

Amparo Tos Boix