Pues sigo viendo el peligroso el Sínodo de la Familia. No sé si la llamada al respeto entre las distintas opiniones es la más pertinente. Los obispos y añadidos no se reúnen en Roma para exponer sus tesis. La Iglesia no es un parlamento. Aquí sólo hay una tesis: la tesis de Cristo y la tradición, porque el pasado es lo eterno, dado que solo sobrevive lo mejor. A un Sínodo no se va a expresar opiniones sino a explicar la doctrina eterna al resto de la 'ciudadanía' católica.

Para resumir la situación creada, me basta con un único artículo, esto es, editorial disfrazado de crónica. En concreto, el del corresponsal de El País en Roma, Pablo Ordaz, que lleva por título: "Francisco (sólo le faltó añadir, nuestro Francisco) trata de abrir la Iglesia a las nueva formas de familia". Con esa versatilidad progre, nuestro corresponsal habla de "abrir", cuando lo que realmente quiere decir, es tragar con las 'otras' familias.

"Todos los pecados se pueden perdonar, también el divorcio". Cierto, mientras haya dolor de los pecados y propósitos de la enmienda

Ya saben: homosexuales, monoparentales, hombre con perra, mujer con gato, y cualquier otro sortilegio de la febril imaginación vanguardista.

Y añade el sujeto agente: "Los conservadores se opondrán en el Sínodo a readmitir a los divorciados". Aquí por 'admitir' -otro eufemismo- se entiende, no acoger a los divorciados con cariño, sino darles a comer el Cuerpo de Cristo, aunque estén en situación irregular y se empecinen en ello.

Ahora bien, el adversario lo tendría más difícil si algunos clérigos no emplearan el doble lenguaje -bueno, lenguaje equívoco- por el que sienten una irrefrenable querencia. Por ejemplo, el periodista Ordaz acude a la cita del cardenal alemán Walter Kasper: "Todo pecado puede ser perdonado, también el divorcio". Así es, Eminencia, pero recuerde que para perdonar hace falta dolor de los pecados y propósito de la enmienda. Y así, si un divorciado desea comulgar, esto es, volver a la comunión eclesial, debe abandonar la situación de pecado en la que vive. Por la misma razón de que si alguien confiesa un robo el sacerdote le otorga la  absolución... pero le obliga a restituir lo robado. Y esa es precisamente la diferencia entre la justicia divina y la humana: en la humana te castigan tras haber restituido el mal hecho, en la Iglesia te perdonan.

Nuestro intrépido reportero de El País también llama en su auxilio a otro 'hombre de confianza del Papa". Se trata del cardenal Lorenzo Baldisseri. Ojo al dato: "Las cosas no son estáticas. Caminamos a través de la historia. El contexto actual de la familia es diferente al de hace 30 años, cuando se publicó la Familiaris Consortio". Curiosa forma de repudiar a Juan Pablo II, autor de dicha carta. Pero lo más curioso es que, para Baldisseri, al parecer 30 años constituyen una eternidad y eso exige cambios en la doctrina. Es decir, que habría que cambiar los mandamientos cada seis lustros. ¿Y por qué no también el Credo, los sacramentos y el padrenuestro

Además, si es el dogma quien debe acomodarse a los usos sociales, ¿para qué necesitamos pastores Lo que necesitamos es a Pedro Arriola, un tipo que le cuenta a Mariano Rajoy por dónde van los tiros y qué hay que hacer, según sus encuestas, para ganar las elecciones.

Y ya, en el apogeo de la modernidad, nuestro cardenal concluye. "Si negamos esto nos quedamos anclados 2.000 años atrás". Podía haber empleado otro lapso temporal porque resulta que hace 2.000 años quien habitaba en este mundo era Jesús De Nazaret. Está claro que era un anticuado. 

Y aunque el Sínodo concluya lo que siempre ha concluido la Iglesia -como no puede ser de otra forma o no sería la Iglesia de Cristo-, con el relato periodístico de la reunión se consigue confundir a los fieles. Que era lo que se pretendía como primer objetivo. El segundo, el premio gordo, consiste en provocar un cisma en la odiada Iglesia, es decir, crear una falsa Iglesia. Ya lo ven: cuestiones menores.

Y es que hay gente que no sabe adecuarse a los tiempos. ¿A qué tiempos A los que dicta El País, que es quien posee el don de la infalibilidad.

En Hispanidad hemos repetido muchas veces que los enemigos de la Iglesia pretenden secuestrar al Papa Francisco. Y para secuestrar a un Papa hay que secuestrar su mensaje. Por ahora, lo van consiguiendo. No creo que necesiten ayuda interna.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com