El abbé Pierre. Nonagenario sacerdote francés creador del movimiento Emmaús pide, más bien exige, al Papa que rompa con el celibato sacerdotal, es decir, que los curas puedan casarse, aunque al parecer, no lo considera obligatorio.

Sin que uno acabe de ver la relación causa-efecto, el presbítero que significa anciano- nos cuenta que, de vez en vez, sucumbió a las tentaciones de la carne. Es decir, como la anciana del viejo chiste, que acude a confesarse y se arrepiente de haberse refocilado con un joven de 20 años. Cunado el asombroso confesor le pregunta cuanto tiempo hace de eso, la anciana responde que fue muchos años atrás, pero me gusta recordarlo.

Pues eso, que al abbé Pierre le gusta recordarlo. Por otra parte, un luchador contra el nazismo y el fundador de una ONG ahora marginados, necesariamente tenía que frecuentar un argumento tan progresista como ese. Cómo va a ser malo el fornicio si yo he fornicado. Así que, ni corto ni perezoso, el venerable Pierre nos confiesa le gusta recordarlo- toda su vida sexual, o más bien se lo recuerda a los franceses, a través de un libro de reciente aparición, y El Mundo se encarga de recordárnoslo a nosotros: hay que suprimir el celibato, más que nada porque vivirlo resulta algo complejo. Si lo sabrá él

Sin ir más lejos, Pierre le gusta recordarlo- ya nos había desvelado en un libro anterior que sintió una larga pasión platónica por una corista con voz de ángel. Las coristas pueden tener voz de ángel, pero los sentimientos hacia el resto de su personalidad, incluso de su cuerpo serrano, no son platónicos.

Quizás por ello, el amigo Pierre pasó del platonismo a la acción, y ha decidido contárnoslo a todos. Pero en lugar de arrepentirse de ello ha decidido aplicar el anterior postulado : si yo he hecho esto, esto está bien hecho.

Y no es que el pecado carnal del abbé Pierre dé para mucho. Lo peligroso es el inconmensurable pecado de soberbia del anciano clérigo, empeñado en enmendarles la plana a Juan Pablo II y al Magisterio de la Iglesia en pleno, a los que exige que deroguen el celibato. Lo de sus divagaciones sexuales no deja de ser una vulgar presunción: caramba, tampoco hay para presumir tanto ni por la corista ni por los eventuales divertimentos del ensotanado. Debe de ser que le gusta recordarlo. Y como la humildad es la verdad, y la soberbia muere mucho después que la lascivia, el amigo Pierre lucubra sobre la posibilidad, por otro lado originalísima, de que el propio Cristo estuviera casado con -¿no lo adivinan?- María Magdalena. ¿En qué estaría pensando el abbé Pierre?

Y también, el abbe Pierre opina, sin deseo sexual alguno, que si Cristo escogió a un casado, Pedro, y a un célibe, Juan, como apóstoles, recuerda aquella frase de Chesterton: Aunque es verdad que San Juan Evangelista vio en sus visiones extrañísimos monstruos, nunca concibió criatura más horrenda que alguno de sus comentaristas.

Eulogio López