Cuando la progresía se nos vuelve capitalista perdón, liberal- produce sus más aromáticas flores. Por ejemplo, El Periódico de Cataluña ha saludado la nueva Ley del Libro afirmando, con la rotundidad que otorga la experiencia, que el proyecto sólo puede beneficiar tanto a las familias como a los pequeños libreros. Es la gran mentira de las liberalizaciones. La verdad es que el término liberalizar viene de libertad, de ahí su eufonía. Pero, supuesto, y no admitido, que todo sector económico deba ser des-regularizado, no convine ocultar que, al igual que ocurre con la tarifa eléctrica, liberalización siempre significa inflación. Si la ministra de Cultura de ZP, Carmen Calvo, se sale con la suya y liberaliza los libros de texto, los libros subirán de precio, y los grandes almacenes, que pueden comprar al por mayor, podrán venderlo más barato que los pequeños libreros, quienes, además, sólo venden libros, sin más complementos. Otra vez se vende como liberalismo la igualdad de los desiguales, en lugar de lo que es: la igualdad de oportunidades, entre grandes y pequeños, y para que ambos puedan actuar con libertad.

Además, hablar de liberalizaciones es hablar de libre formación de precios, que no de contenidos. Ahí, el Estado sigue imponiendo la ideología que la tienen, siempre- de los libros escolares, empezando por enmarcar las asignaturas y sus temarios. Si uno repara en los borradores de la nueva asignatura Educación para la Ciudadanía podrá visualizarlo con gran facilidad.

El diario especializado El Economista llega más allá, y asegura que No se entiende por qué los gremios editorial y de librería deben disfrutar de un mercado con precios protegidos. Pues es muy sencillo : los libros de texto deben ser gratuitos porque la educación es obligatoria. Es más, los libros de texto deben ser gratuitos justo en aquellos niveles educativos que todo españolito está obligado a cursar: en principio, la ESO, hasta los 16 años.

Podemos discutir si la educación debe ser obligatoria, y si un siglo de enseñanza obligatoria en Occidente tienen algo que ver con el imperante pensamiento único. Algunos lo dialogaríamos con entusiasmo. Pero, dejando a un lado esa cuestión básica, mientras la educación sea obligatoria, los libros de texto deben ser, asimismo, gratuitos.