Sr. Director:

Desde cualquier ámbito es fácilmente aceptado lo que, directa o indirectamente, ensalza el yo. Todos y cada uno somos un yo, no considerado como individuo, sino más bien como centro de voluntades, de deseos, de sentimientos, de libertades, de necesidades reales o inventadas.

Parece como si hubiera habido un apagón en el mundo del conocimiento en todo lo que se refiere a la persona humana. Es desalentador contemplar cómo el hombre actúa en contra, y a veces al margen, del propio hombre. Decía Shakespeare que cuando se legisla contra la naturaleza después ésta se venga. Y así es, hemos caído en situaciones que están destruyendo a la naturaleza humana y parece que la sociedad no se da por aludida. Nos ocurre lo que decía Tito Livio de Roma subió tan alto tan alto que fue víctima de su propio progreso. Se aprueba socialmente la muerte del niño aún no nacido, se confunde a la familia asemejándola a uniones aberrantes de hombres o mujeres, se quita la vida a los que la edad o el dolor hace menos útiles, se margina a los más débiles, eso sí, siendo solidarios para darles del tiempo y de los bienes que nos sobran.

Julio Barrilero Rodríguez

julio.barrilero@gmail.com